Jorge Vilches

La hipocresía de devolver en caliente

Es un gobierno que no gobierna. No tiene más proyecto que resistir en La Moncloa el mayor tiempo posible, aun a despecho de los intereses nacionales. Pensó que solamente con la propaganda y la creación de imagen, el dominio del «relato», iban a controlar la vida política. De ahí las mentiras, las contradicciones y la negligencia.

El último caso ha ocurrido con las «devoluciones en caliente» a los marroquíes enviados por su Gobierno a territorio español como respuesta a dos «insultos diplomáticos»: el retraso injustificado a la visita de Pedro Sánchez a Mohamed VI, y el acogimiento al líder del Frente Polisario, grupo considerado por Marruecos como terrorista.

La llegada de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE supuso que este partido, siguiendo el zapaterismo, perdiera el sentido de Estado. Se opuso a la Ley de Extranjería aprobada durante el Gobierno Rajoy porque a su entender vulneraba los derechos humanos y dejaba en el aire los compromisos internacionales de España. Dicha Ley contemplaba las «devoluciones en caliente», las rápidas, y la responsable de Inmigración del PSOE decía entonces que suponía una «falta de empatía» con la población inmigrante que huía de la pobreza. Rajoy, dijo entonces el socialismo, era un «frívolo» y un «inhumano» que buscaba quitarse el problema de enmedio en lugar de incrementar la cooperación.

Aquello era una vuelta de tuerca del buenismo zapaterista y a su «alianza de civilizaciones». No hacía mucho tiempo que Zapatero como presidente del Gobierno se había dejado fotografiar con Mohamed VI delante de un mapa de Marruecos que contenía a las Islas Canarias.

Pedro Sánchez vio en la inmigración un tema electoralista, capaz de granjearle la simpatía de la izquierda ante el fantasma del gobierno derechista. Recurrió al Tribunal Constitucional la Ley de Extranjería por las «devoluciones en caliente». Sin embargo, la Comisión Europea lo declaró compatible con su Directiva de Retorno. A pesar de esto, Pedro Sánchez lo incluyó en su programa electoral de 2016, junto a la modificación de los CIES (Centros de Internamiento de Extranjeros).

Insistió en 2017: «Rechazamos rotundamente las devoluciones en caliente» porque, a su entender, vulneraban el derecho a la petición de asilo o protección internacional. Lo mismo ocurrió con la Ley de Seguridad Ciudadana, que incluía el «rechazo en frontera».

La alternativa a la «devolución en caliente» era mejorar la represión de los asaltos –de ahí las concertinas, y que el mismo Zapatero tuviera que enviar al ejército en 2005– o que entraran todos los que quisieran sin restricciones, que es lo que ha acabado pasando.

Una vez llegó al poder, el sanchismo entendió la envergadura del problema. Lo único que podía hacer ante la realidad era utilizarlo como propaganda. Por eso nada más llegar a La Moncloa organizaron un show con la llegada del barco «Aquarius» lleno de inmigrantes ilegales, y fue recibido por toda la corte sanchista. Aquel telediario produjo un «efecto llamada».

La maniobra propagandística fue aprovechada por Salvini, el capo entonces del gobierno italiano, e incluso por Macron, para enviar inmigrantes a España. La formación de gobierno con Unidas Podemos complicó el asunto con Marruecos. No solo existía un apoyo expreso de Pablo Iglesias al Frente Polisario desde 2014, sino que el Ministerio del Interior se vio obligado a seguir con las devoluciones en caliente. Iglesias firmó en el acuerdo de gobierno que se acabarían dichas devoluciones, lo que nunca ocurrió. Ahora, el Gobierno de Marruecos ha aprovechado la debilidad y las contradicciones del sanchismo para devolver con inmigrantes ilegales por los dos «insultos». Es lo que pasa con un Gobierno sin rumbo.