Política

Crítica y desdén

El desdén hacia Pedro Sánchez ha bajado a la calle y se refleja ya en las encuestas y en los recibimientos populares

Dice Pessoa que «la justificación última de la crítica bien entendida es que satisfaga la función natural de desdeñar, que es tan natural como la de comer y que conviene a la buena higiene del espíritu satisfacer cuidadosamente». Esto se cumple hoy rigurosamente en España con la crítica generalizada al comportamiento del presidente Sánchez y el desdén hacia su figura. El desdén y la crítica alcanzan esta primavera niveles insoportables. No proceden sólo ni principalmente de la oposición política y de los medios conservadores. Aunque sea aún tímida y cautelosamente, el malestar crítico ante su comportamiento, como el ruido lejano de una tormenta de piedra, se observa cada día más en su propio partido y en los medios de comunicación escorados a la izquierda, que habían sido hasta hace poco serviciales defensores del actual inquilino de La Moncloa. De poco sirve el denodado empeño del influyente Iván Redondo de limitar el estropicio desplegando todas sus artes disponibles, buenas y malas. El desdén hacia Pedro Sánchez ha bajado a la calle y se refleja ya en las encuestas y en los recibimientos populares.

Una de las causas de este desencuentro es la clamorosa contradicción entre sus declaraciones y su comportamiento posterior en asuntos de gran trascendencia. Esto le ha hecho perder crédito a chorros. ¿Quién se puede fiar de él, después de repasar videos y titulares de prensa recientes que contradicen sus decisiones actuales? Todavía, incluso en el movedizo y evanescente campo de la política, la palabra tiene valor para el pueblo. Está pasando estos días, sin ir más lejos, con el indulto a los presos catalanes condenados por sedición. No sólo contradice Sánchez su palabra dada sino que desprecia al Tribunal Supremo, menosprecia la inteligencia del pueblo y pone en un brete al Rey. Su justificación, que podía ser encomiable y hasta sincera, de que busca el diálogo y la concordia en Cataluña, pierde su noble altura política cuando se sospecha, con indudable fundamento, que se trata sobre todo de asegurar el apoyo de los socios catalanes para permanecer en el poder a costa de lo que sea. Nadie sabe hasta dónde está dispuesto a llegar en esa, ya dispuesta, «mesa de diálogo». Es justamente la dependencia de amistades peligrosas –Podemos, ERC, Bildu…– la principal razón del presente desasosiego nacional y el aumento del desdén y de la crítica contra el presidente Sánchez y lo que se conoce como «sanchismo».