Periodismo

Canela Fina | El periodismo del insulto y la insidia

En la búsqueda voraz de la audiencia o de los anhelados clics se atropella el honor y la privacidad

El teléfono móvil ha convertido a McLuhan en una reliquia. Su aldea global fue vanguardia en los años treinta del siglo pasado.

La digitalización la ha convertido en patio de vecindad porque la comunicación se ha hecho instantánea y universal. Noam Chomsky, quizá el primer nombre del pensamiento universal sobre el lenguaje, tan certeramente estudiado por nuestro Emilio Lledó, desbordó a McLuhan en «Los guardianes de la libertad» con su racionalismo cartesiano y su gramática generativa. El estallido digital ha alterado el periodismo.

George Steiner, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, subrayaba en «El silencio de los libros» el comportamiento de la cultura profunda. El periodismo español mantiene en los periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales su alto nivel, pero está zarandeado en demasiadas ocasiones por el insulto y la insidia. Mi inolvidado Luis Calvo me dijo cuando rozaba yo la veintena: «Se puede discrepar, incluso de forma total, del adversario, pero no utilices nunca ni el insulto ni la insidia. Eso descalifica al periodista».

Los espacios audiovisuales del corazón, no todos, claro, comenzaron a entrar en la vida privada con insidias. Esas insidias se han generalizado hasta llegar a la clase política. Incluso hay plumas relevantes que se emporcan en el insulto y la insidia. El periodismo español, sobre todo el audiovisual, se ha empobrecido.

En la búsqueda voraz de las audiencias o de los anhelados clics se atropella el honor y la privacidad, se insulta y se deslizan reiteradamente insidias que arruinan honras y prestigios. Pero la esencia de nuestra profesión sigue siendo la misma: rastrear la noticia y contrastarla antes de lanzarla al vuelo; y ejercer el contrapoder, es decir, elogiar al poder cuando el poder acierta, criticar al poder cuando el poder se equivoca, denunciar al poder cuando el poder abusa. Y no solo al poder político, también al económico, al sindical, al religioso, al universitario, al deportivo…

Tengo hoy la suerte de regresar a casa con los lectores de LA RAZÓN, gracias a la generosidad de Mauricio Casals y de Francisco Marhuenda. Casals ha hecho y sigue haciendo una formidable gestión en este periódico y Marhuenda es uno de los grandes periodistas de las jóvenes generaciones.

Luis María Anson, de la Real Academia Española