Internacional

El limosnero y Mr. Biden

«En EE.UU. no cuelan las performances sietemesinas de quienes tratan a la nación con el protocolo debido a una fosa séptica»

La reunión entre Biden y Putin contrasta gravemente con la hazaña del limosnero Sánchez. Marca la diferencia entre una cumbre y una escena de «Aterriza como puedas», con el americano en el papel de Red Kramer y nuestro prodigio de Tetuán a mitad de camino del recaudador de donativos por la senda de la budeidad y un testigo de Jehová inasequible al ridículo. También desnuda la impostura de los escribas sentados, capaces de vestir como propia del canciller Bismarck una actuación de Rowan Atkinson en el papel de Mr Bean. Sánchez tiene suerte de que el demócrata no lo haya despachado como Kramer a los pelmas en la terminal del aeropuerto internacional de Los Ángeles. Claro que hay otras formas de propinar golpes y hay razones de fondo que explican su repulsa. Las primeras no necesitan un festival de artes marciales. Sobra con tratar al presidente de la cuarta economía europea con el protocolo debido a un intocable en Bombay o Jaipur. Las segundas, adelantadas por el gran Rafa Latorre, tienen que ver con las deudas contraídas por España en tiempos de Rodríguez Zapatero, cuando nos ganamos fama de socios poco fiables o directamente traidores mientras abandonamos a nuestros socios en Irak y Kosovo. Por no hablar del episodio de la bandera, ultrajada en 2003 por un pirómano solemne, incapaz de asumir que en EE.UU. no cuelan las performances sietemesinas de quienes tratan a la nación con el protocolo debido a una fosa séptica. Al cóctel pueden añadir la (im)postura del gobierno respecto a las violaciones de los derechos humanos perpetradas por los narcotraficantes que gobiernan Venezuela y/o las declaraciones de varios de nuestros ministros acerca de Israel o la OTAN. No olviden rematar el comistrajo con la radical inoperancia de una diplomacia maniatada, abandonada e irrelevante en buena parte del mundo, así como con la bestial campaña de desprestigio bendecida por Moncloa cada vez que asume como socios ineludibles a quienes sostienen contra toda evidencia fáctica y todo sonrojo que lo nuestro es una continuación del fascismo por otros medios y que en Lledoners guardamos presos políticos. Lo de Biden con Sánchez, más que desaire, fue misericordia.