Rey
Que Felipe VI se haga «un Balduino»
«Ha llegado la hora de que dé un puñetazo encima de la mesa. Ya está bien»
Siempre admiré al Rey Balduino de Bélgica. Por su categoría personal, por su honradez, por su austeridad y por ejercer su papel de manera impecable. Nunca protagonizó un escándalo. En mi fascinación tiene naturalmente mucho que ver su matrimonio con una española igualmente ejemplar, Fabiola de Mora y Aragón, y el hecho de que para veranear no eligiera Saint-Tropez, Cerdeña o la muy cool localidad belga de Knokke sino un municipio español. Desde los años 60 poseía un chalé en la tan cero pija como maravillosa Motril, donde la pareja pasaba cuasidesapercibida. Villa Astrida era una excelente casa en primera línea pero no una de esas mansiones que el imaginario colectivo asocia a cualquier jefe de Estado. Allí, por cierto, en tierras granadinas, falleció en 1993. Un rey de los belgas que había protagonizado tres años antes un episodio que fue portada de todos los periódicos mundiales: con la excusa de una falsa incapacidad temporal, y de acuerdo con el primer ministro, abdicó durante unas horas para no tener que rubricar una ampliación de la Ley del Aborto con la cual estaba en completo desacuerdo. «Mi conciencia me impide firmarla», se justificó Balduino. En Bélgica, como sucede en todas las monarquías constitucionales, el Rey sanciona todas las leyes del Gobierno. España no es una excepción. La polémica que la izquierda mediática podemita ha montado a Ayuso a cuenta de sus palabras sobre el indultazo me ha recordado a lo que aconteció al mejor Rey de la historia de Bélgica hace 31 años. Lo más grave moral, ética y hasta estéticamente es que se consideren una aberración unas opiniones que son purita sensatez. ¿Acaso ese 60% largo de españoles que pensamos como la presidenta de Madrid somos una panda de fascistas, intolerantes y retrógrados? Venga ya. Más que pertinentes, las preguntas retóricas que formuló en voz alta son obligadas: «¿Va a firmar el Rey estos indultos?, ¿le van a hacer cómplice?». No hace falta ser Einstein para colegir que Felipe VI va a jugar el rol de involuntario cómplice de esta golfada. Más que nada, porque hasta Abundio sabe que discrepa al 10.000% del indultazo por mucho que calle su opinión por ese escrupuloso respeto institucional que el Gobierno socialcomunista no tiene con él. Que discrepa es una obviedad tautológica. Y no sólo porque el Supremo haya señalado unánimemente que la concesión de estas medidas de gracia es ilegal, entre otros muchos motivos porque los interesados no lo han pedido ni han mostrado arrepentimiento. También porque es física y metafísicamente imposible que un Rey de España suscriba una decisión que destroza la separación de poderes y beneficia a unos delincuentes que se quisieron cargar la unidad nacional. Así como cuando este Gobierno aliado de los golpistas prohibió a nuestro Rey acudir a Barcelona a la entrega de los despachos a los nuevos jueces yo le pedí públicamente que desobedeciera, ahora le planteo que abdique un ratito para no tener que secundar esta ignominia. Tampoco conviene olvidar que este indultazo, que responde únicamente al deseo de Sánchez de permanecer subido al Falcon hasta el Día del Juicio Final, constituye un nada involuntario palete a un monarca que el 3-O dio la cara por la legalidad en términos inequívocos. Ha llegado la hora de que dé un puñetazo encima de la mesa. Ya está bien.
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