Política

El Gobierno cautivo

Sánchez tiene algo de «hooligan» de la política. Considera enemigos a los adversarios

El Gobierno de España está cautivo de los que quieren separarse de España. Ese es el problema. La permanencia del presidente Sánchez en el poder, la aprobación de los Presupuestos y demás leyes importantes y, en general, el normal funcionamiento de las instituciones del Estado dependen de ERC y de los separatistas vascos. Esta dependencia obliga a un «do ut des» constante, con el riesgo evidente de rozar o romper la legalidad constitucional y poner todo patas arriba. Esto se va a comprobar, sin ir más lejos, con el pretendido referéndum consultivo de Cataluña y con las concesiones paralelas exigidas por los nacionalistas vascos. El Gobierno no puede dar un paso sin contar con ellos. Está maniatado. Y ellos tratan de sacar el mayor provecho posible a la ventajosa situación. Así es prácticamente imposible construir un gran proyecto nacional.

Los observadores más críticos atribuyen la situación casi exclusivamente al afán de poder de Pedro Sánchez, capaz de sacrificarlo todo, incluido el espíritu español y constitucional del PSOE, a sus intereses personales. Puede que sea esa una crítica exagerada, o poco matizada, al prepotente y apaleado dirigente socialista. Además del irresistible atractivo de la erótica del poder, me parece que en el inquilino de la Moncloa, a la hora de buscar aliados y socios, prevalece el sentimiento de rechazo visceral de la derecha en todas sus manifestaciones y el incontenible atractivo de la izquierda hasta las fronteras de riesgo. Ese es su escenario favorito, su único escenario. Parece que vive de prejuicios y rencores antiguos. Sánchez tiene algo de «hooligan» de la política. Considera enemigos a los adversarios. Por eso se ha negado desde el principio a dialogar con la oposición de derechas. Él sabrá de dónde le viene este resentimiento. A la vista está que anida en él un sentimiento cainita, fomentando un enfrentamiento de bloques, que está apoderándose, bajo su mandato y con sus alianzas, de la política española.

Pedro Sánchez prefiere depender de los separatistas y de los populistas radicales de izquierda a entenderse con liberales y democristianos para sacar a España adelante. Lo lleva en la sangre, qué le vamos a hacer. Se muestra convencido de que las concesiones y tratos de favor a los separatistas catalanes, además de asegurar su mesiánica ocupación del poder, servirá para apaciguar los ánimos en esta importante comunidad. Puede ser. Lo peor es que no sabe que él está cautivo.