Antonio Martín Beaumont

Un gobierno en la sombra

Las elecciones las pierden los gobiernos, no las gana la oposición. Tal moralina siempre condiciona la acción de quienes aspiran a llegar al poder frente a quienes lo tienen. Sin embargo, un líder político difícilmente alcanza sus metas sin hacer bien su trabajo. Pablo Casado aparece en este momento ante la opinión pública propulsado hacia la victoria. El PP vuelve a parecerse a un gran partido aglutinador del centro derecha y según los sondeos le saca ahora mismo varios puntos de diferencia al PSOE en intención de voto. Es natural, viendo el derroche de errores de Pedro Sánchez, a cuyo alrededor florecen a diario marcadores de una pérdida de identidad socialista de complicado arreglo.

Con Cs sentenciado, los populares han comprobado estos últimos meses cómo la huida de votantes naranjas engorda sus posibilidades. Las opciones de Casado pasan por su capacidad para retenerlos. Claro. Además de atraerse a los descontentos con la deriva de Sánchez. La Convención del Partido Popular en otoño será la escenificación de su proyecto como un punto de partida hacia La Moncloa. En la mente de una mayoría de españoles, el «click» llegó el 4-M en Madrid y, según cálculos de la «planta noble» de Génova, los indultos a los líderes del procés, los «costaleros» de Sánchez o el suma y sigue de choques institucionales –desde el Consejo General del Poder Judicial al Tribunal de Cuentas, pasando por el Tribunal Constitucional– confirman que la suerte está echada.

El líder popular da signos de reconocerse en ventaja sobre el presidente del Gobierno. No es mala cosa.

Según sus colaboradores, la titubeante recuperación económica y la llegada de los fondos europeos difícilmente conseguirán que los dos años y medio que Sánchez buscará alargar la legislatura sean un paseo militar para el socialismo. Y ello aunque, como he oído decir a un alto cargo pedrista, «Sánchez nos ha demostrado con sus cambios ministeriales que nadie puede saber exactamente qué tiene en mente». Muy descriptivo. Sin duda. Con el presidente por medio, dar por descontado cualquier escenario es imprudente.

¿Entonces? Casado debe construir una alternativa con suficientes cimientos como para que los españoles, además de ver que hay otra manera de hacer las cosas, deseen votarle. Y en este terreno todavía le queda faena al presidente de los populares. Está pendiente otro ajuste del Partido Popular para conectarlo más con la realidad social. Modernización del discurso y del equipo a partes iguales. El español de a pie sigue sin saber lo que le espera si Pablo Casado consigue convertirse en su presidente.

Ni con quién cuenta si alcanza esa meta. La fórmula del Gobierno en la sombra, al que él mismo ha dado tantas veces vueltas en su cabeza –el «shadow cabinet», como prefiere decir Pablo Casado- está por calar. Dicen que llegará en el cónclave nacional del partido de principios de octubre.

Si eso alcanza para dejar clara su oferta, entonces el líder del principal partido de la oposición tendrá una parte del camino hecho.