Opinión
El regreso de Franco, la Guerra Civil y la República
Si el ejército se levanta contra los gobiernos de Corea del Norte, Cuba,Venezuela, China... diremos que se ha producido un golpe de Estado
Es verdad que los españoles hacemos a veces cosas absurdas. Nuestra Historia está llena de gestos excepcionales, dignos de admiración, pero también de comportamientos mezquinos, miserables y miopes. Ahora toca esto último. Es la consecuencia tanto de la llegada de una izquierda fanática y revanchista como de un PP que no supo derogar la disparatada ley de la Memoria Histórica. Hace unos años falleció uno de mis mejores amigos al que le decía que era el símbolo de la reconciliación nacional. Era José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano. Era una persona humanamente extraordinaria, catedrático de Historia Moderna en la Complutense y académico de la Real Academia de la Historia. Su abuelo paterno era Niceto Alcalá Zamora, uno de los más prestigiosos juristas de su época, que fue el primer presidente de la Segunda República, al que apartaron ilegalmente de su cargo sus compañeros del Frente Popular vulnerando la Constitución de 1931. Nada que nos tenga que sorprender para los que conocemos el desastre que fue, desgraciadamente, aquel régimen.
Su abuelo materno fue el teniente general Gonzalo Queipo de Llano, que a pesar de sus ideas republicanas fue uno de los militares que consideraron necesario levantarse contra el gobierno para restablecer el orden y acabar con los desmanes. Esto es muy controvertido, pero nadie en su sano juicio que haya leído los diarios, relatos de los protagonistas y los libros sobre ese periodo puede defender que se vivía una situación de normalidad. No hay duda de que fue un golpe de Estado que fracasó y derivó en una guerra civil que fue ganada por el denominado ejército nacional, eso de llamarlo franquista es la expresión de una ignorancia que ningún historiador puede compartir, frente al republicano o rojo, que era un término que les gustaba mucho. No se puede cuestionar que fue un golpe de Estado, porque se realizó contra el gobierno reconocido internacionalmente. Por poner un ejemplo, si el ejército se levanta contra los gobiernos de Corea del Norte, Cuba, Venezuela, China… no hay duda de que diremos que se ha producido un golpe de Estado.
El problema es cuando los políticos meten sus zarpas en la historia movidos por intereses partidistas o ventajas electorales. Es lo que sucedió con la ley de la Memoria Histórica y ahora con el proyecto de ley de Memoria Democrática. Estamos ante dos aberraciones jurídicas e históricas más propias de fanáticos autoritarios que de demócratas como fueron los que protagonizaron el proceso de Transición. Es interesante constatar que los que sufrieron la Guerra Civil, el exilio o la represión de la dictadura querían la reconciliación. Nada tenían que ver con estos políticos hiperventilados provenientes de las clases medias y altas. Los que vivieron el periodo de 1931 a 1939 querían cerrar página, porque la idealizada II República comenzó con unas elecciones municipales que de facto derrocaron al rey, pero a partir de ese momento se suspendieron diarios y revistas, se quemaron iglesias y conventos, se prohibieron los símbolos monárquicos, la Constitución de 1931 fue la imposición de una parte de España sobre el resto, se persiguió a la Iglesia, se atacó al ejército, unos y otros se fueron radicalizando, se suspendieron derechos y libertades, la izquierda no aceptó el resultado de las elecciones de 1933 y se produjo la Revolución de 1934 que fue un auténtico golpe de Estado, se falsearon las elecciones de 1936 para lograr el triunfo ilegitimo del Frente Popular, se mataron a seguidores de izquierda y de derecha…. la lista es tan larga que necesitaría varias páginas.
En cualquier caso, los soberbios y arrogantes políticos del Frente Popular, incluso los más moderados, no fueron capaces de resolver el conflicto y buscar la concordia. Algunos, con la displicencia de unos intelectuales que querían ignorar lo que sucedía, se negaron a escuchar las voces que les advertían sobre la gravedad de la crisis que se vivía. Ni siquiera el brutal asesinato de Calvo Sotelo les hizo entender que era la gota que desbordaba el vaso y decantaba a los que dudaban sobre la necesidad de dar un golpe de Estado. Ni justifico ni dejo de justificar, porque a un historiador no le corresponde tomar partido. Cuando me plantean estas cuestiones siempre respondo con ironía: En las Alteraciones de Aragón, tú estabas con Felipe II o con Antonio Pérez. Una vez más hay que constatar que lo sucedido en España no es un acontecimiento aislado en la Europa de entreguerras y que forma parte, como la brutal invasión japonesa de China, de la Segunda Guerra Mundial. Hemos asumido con nuestra visión eurocentrista que comenzó el 1 de septiembre de 1939 con el ataque del ejército alemán contra Polonia, pero realmente en el otro lado del mundo ya había comenzado y nosotros éramos el prólogo de una de las mayores catástrofes de la Historia.
Los historiadores tienen que huir de la Historia oficial, mantener el concepto académico de la disciplina y las metodologías científicas que permiten su estudio e investigación. No pueden ser serviles voceros de los intereses partidistas y no deberían tomar partido, porque su papel es exponer los hechos, contextualizarlos e interpretarlos sin ninguna carga ideológica. El problema es que la «memoria histórica» oficial ha dado lugar a una generosa «industria» a cargo de los presupuestos públicos que sirve para recompensar a los historiadores de cámara, vender libros, lograr cátedras y titularidades, sexenios y buenos sueldos. Hemos llegado al extremo de que estos «sacerdotes» de la historia oficial de la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo se creen sus fabulaciones y exageraciones porque complacen su vanidad, reciben favores y reconocimientos. Se sienten muy cómodos porque son socialistas, comunistas, antisistema o independentistas. No tengo tan claro que sigan siendo historiadores.
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