Economía
Ocurrencias eléctricas
Lo que necesitamos en todo caso no es más planificación política de un mercado –el eléctrico– ya enormemente planificado
Legislar en caliente no tiene por qué ser una mala idea… siempre que con anterioridad se haya reflexionado suficientemente en frío. Por desgracia no suele ser así y lo estamos experimentando en estos momentos con la reacción ante los altos precios de la electricidad: nuestros políticos se sienten impelidos a reaccionar tomando alguna medida a cada cual más desnortada. Tomemos dos de ellas: crear una empresa pública y cambiar el sistema de fijación de precios en el mercado mayorista. La primera propuesta es extemporánea y torpe: Podemos y PSOE pretenden tomar el control de las centrales hidroeléctricas cuyas concesiones vayan venciendo a lo largo de la próxima década para crear una mini empresa pública de electricidad. Es decir, que el proyecto no estaría listo hasta 2030 (cuando el problema lo sufrimos ahora) y además no serviría de mucho: en Italia ya cuentan con su propia empresa pública y los precios en el mercado mayorista son actualmente superiores a los de España. La segunda propuesta –cambiar el sistema de determinación de precios en el mercado mayorista– sí parece tener algo más de enjundia. Actualmente, en toda la Unión Europea rige el sistema marginalista: el coste variable más elevado de todas las centrales que nos abastecen de electricidad es el que fija el precio para el conjunto del mercado. Aunque de entrada pueda parecer un sistema extraño, es el que sabemos que ha funcionado mejor hasta el momento. ¿Por qué? Pues porque incentiva a que cada generador venda a sus costes variables reales en lugar de inflarlos artificialmente para cobrar precios aún más elevados. La principal alternativa al sistema marginalista, uno donde cada generador cobra un precio distinto en función de lo que él solicite cobrar, conduce a precios medios más caros por cuanto induce a que todos inflen artificialmente los costes variables declarados: en Reino Unido, por ejemplo, cada central negocia separadamente el precio al que vende la electricidad y el precio medio del mercado mayorista se ubica hoy un 20% por encima del de España. Si toda la Unión Europea se rige por el sistema marginalista no es porque las grandes eléctricas del Continente hayan capturado a la Comisión Europea: se debe a que es el mejor sistema que conocemos. Por supuesto, cabe la posibilidad de que haya alternativas mejores con las que todavía no hemos experimentado. De hecho, la aparición de nuevas tecnologías de generación intermitente (como las renovables) acaso vuelvan conveniente explorar nuevas fórmulas de fijación de precios: por ejemplo, que sea cada comercializadora la que, por un lado, negocie contratos de suministro a largo plazo y a precios estables con las renovables y la que, por otro, se abastezca en el más volátil mercado mayorista cuando las renovables no estén generando. Como digo, no está claro que esta fórmula (u otras posibles) termine proporcionando precios promedios más bajos para los consumidores, pero es un mecanismo que podría tener sentido. Lo que necesitamos en todo caso no es más planificación política de un mercado –el eléctrico– ya enormemente planificado, sino más libertad de experimentación en la generación, en la comercialización y en el consumo.
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