Estados Unidos
La segunda derrota de Biden
Los ganadores de la guerra civil afgana han conseguido humillar a sus enemigos occidentales
El presidente estadounidense ha aceptado la imposición de los talibanes y sus fuerzas abandonarán Afganistán el 31 de agosto. Los colaboradores que no hayan conseguido salir quedarán en manos de sus enemigos que los odian profundamente. Nada permite indicar que podamos confiar en la anunciada amnistía. Biden suma una nueva derrota que confirma que el caos marcará el fin de la presencia. Los ganadores de la guerra civil han conseguido humillar a sus enemigos occidentales. La amenaza de que habría graves consecuencias si no asumían la exigencia ha sido determinante. A partir del viernes comenzará el abandono de las tropas y la reunión de urgencia del G7 no ha servido para nada. Y la idea de que la ONU lidere el proceso produce hilaridad, porque los nuevos «amos» conocen que su posición es de fuerza y no les importa lo que puedan decir o hacer los occidentales o las divididas organizaciones internacionales. Mientras tanto, miles de afganos se acercan al aeropuerto de Kabul para conseguir huir del horror que ya se vive. La única zona a salvo en la capital es ese perímetro, porque el resto está en manos de los talibanes.
El país está totalmente ocupado y queda la zona rebelde del valle de Panshir, liderada por el hijo del mítico Ahmad Shah Masud, que fue asesinado por Al Qaeda dos días antes del 11-S. El futuro que afronta es muy incierto y no hay que olvidar que su enemigo ha aprendido de la guerra civil anterior y no parará hasta destruirlos. El objetivo ahora es el férreo control del país y acabar con cualquier disidencia. Los rebeldes necesitan ayuda de Estados Unidos, pero ahora saben que no es un aliado fiable tras la traición de dejar a su suerte a millones de afganos. Hay que ver si asistimos a una nueva guerra civil, porque es difícil que la mayoría de la población, dividida étnica y religiosamente, acepte que una minoría, aunque sea muy importante, imponga el emirato islámico. Es verdad que el ejército oficial se rindió prácticamente sin defenderse, porque no existía la necesaria cohesión y convencimiento de que estaban luchando por su futuro. Es algo que ha sucedido otras veces a lo largo de la Historia. Un ejército con moral de derrota jamás puede ganar una guerra.
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