Alfonso XIII

Humanidad entre tempestades de barro y acero

Quedan por descubrir esfuerzos que permanecen desconocidos para los españoles y europeos de aquella ingente labor humanitaria y de mediación realizada por España.

Jesús Ignacio Martínez Paricio

Hace más de un siglo, el 18 de junio de 1915, con la Gran Guerra iniciada, La Petit Gironde de Burdeos publicó una nota que tituló: «Grâce au roi d’Espagne une Girondine retrouve son mari». La noticia iba a desencadenar un movimiento humanitario de consecuencias imprevisibles. El periódico daba cuenta de la respuesta personal de Alfonso XIII a la petición que le hizo una lavandera del Departamento de la Gironda, en Francia.

Un mes antes esta mujer había dirigido una carta al Rey de España en la que le hacía una petición personal: su marido había sido movilizado y no sabían nada de él. Se había puesto en contacto con la Cruz Roja y no había conseguido ninguna noticia. Sin saber por qué, ella intuía que el Rey de España podría encontrar la respuesta. España se mantenía neutral en la contienda.

Desde Palacio se trasmitió la petición al embajador en Berlín. Las gestiones tuvieron éxito. En su respuesta a la lavandera el Rey le informó de que su marido estaba prisionero en Alemania y tenía prohibido comunicarse con la familia. Además de la noticia tranquilizadora el Rey comunicó que haría lo posible para que los prisioneros pudieran comunicarse con sus familias. Y así fue. La noticia cruzó las fronteras. Fue publicada en periódicos de los países que estaban enfrentados en la guerra.

A Palacio comenzaron a llegar cartas de familiares de soldados movilizados en todos los frentes. Ante la avalancha de peticiones la Secretaría Personal del Rey trasladó las solicitudes a la Oficina de la Guerra Europea desde la que se tramitaron algo más de ¡200.000 expedientes! No más de cuarenta personas se encargaron de organizar y responder la avalancha de peticiones de información. Las respuestas fueron algunas positivas, otras negativas, pero la mayoría indicaron que no había sido posible la localización del familiar. Se tramitaron envíos de dinero a los hospitales y a los centros de internamiento. No se conoce el detalle preciso de los resultados finales pues hasta este momento aún no ha concluido el estudio en los archivos del Palacio Real.

El trabajo de mediación fue más allá. Participaron embajadores y agregados militares españoles destinados en las principales capitales de los países en guerra. Militares y médicos fueron desplazados desde España para visitar hospitales y centros de internamiento de soldados y de la población civil. Consiguieron que se indultaran penas de muerte. Se evitaron represalias contra prisioneros. Las visitas a los campos de concentración permitieron el desplazamiento de prisioneros enfermos a hospitales. Los esfuerzos para respetar la neutralidad de los buques hospitales culminaron con éxito. Se atendió a la población civil de las ciudades cerca de los frentes suministrando alimentos, medicinas y ambulancias. Más de mil niños serbios fueron liberados de campos de concentración y devueltos a sus familias. Quedan por descubrir esfuerzos que permanecen desconocidos para los españoles y europeos de aquella ingente labor humanitaria y de mediación realizada por España.

La mayoría de los que se beneficiaron de la labor humanitaria fueron soldados, así se desprende de las cartas de agradecimiento recibidas. Durante las visitas a los centros de internamiento de población civil se consiguió reducir las penalidades y no pocos quedaron liberados. Algunas de esas personalidades relevantes lo serían más con el paso de los años: Arthur Rubinstein, Vaslav Nijinsky, familiares de Giacomo Puccini, Maurice Chevalier, Henri Pirenne y Paul Fredericq pudieron volver a sus cátedras gracias a la intermediación española.

No todo fueron éxitos. No todos fueron localizados. La Oficina española responsable reconoció dos fracasos excepcionales: No se pudo evitar en 1915 el fusilamiento de Edith Cavell, enfermera inglesa acusada de proteger en su hospital de Bruselas a soldados aliados huidos. Tampoco se pudo salvar la vida de la familia imperial del Zar de Rusia en 1918.

Los esfuerzos por reducir las penalidades de la guerra fueron reconocidos por los contendientes y por la comunidad judía. Los ciudadanos franceses mostraron su agradecimiento a esos esfuerzos de Alfonso XIII cuando llegó a París para comenzar el exilio. Por dos veces fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz, no le fue concedido. Me pregunto por qué.

Como en muchas otras ocasiones de la historia de España, el éxito no se aprovechó como se debía. La finalización de la guerra mundial, la tercera guerra de África, el directorio militar de Primo de Rivera, la llegada de la II República, el exilio, todo se puso en contra de dar la relevancia no solo a SM el Rey sino al servicio exterior español que hizo posible aquella labor humanitaria.

En el año 2018, primer centenario del fin de la guerra, Juan José Alonso coordinó la obra «Cartas al Rey. La mediación humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra». Publicado por Patrimonio Nacional. Mucho antes, en 2002, un historiador incansable y excepcional, Juan Pando Despierto publicó «Un rey para la esperanza: La España humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra» en la editorial Temas de Hoy.