Tomás Gómez
Guerra en el PP de Madrid
“Jugador de chica, perdedor de mus”, es lo que suelen decir en las partidas de cartas. A pesar de las encuestas, Pablo Casado no convence y lo sabe. Si hubiese convocatoria de elecciones mañana, la maquinaria electoral del PSOE se pondría en marcha y, con el valor añadido que aporta tener el gobierno, sería muy difícil que el popular ganase.
Cuando un líder se encuentra en esa tesitura, tiene dos opciones, arriesgar y jugarse todo a ganar o parapetarse y blindarse en el control interno por si pierde. Que haga lo uno o lo otro dependerá de la confianza que tenga en sí mismo.
En el caso de Casado, solo es posible interpretar sus movimientos desde la clave de su convencimiento de que va a salir derrotado. Todo lo hace mirando de reojo, por un lado, a la extrema derecha de Vox y, por otro, a los posibles rivales dentro del Partido Popular.
Díaz Ayuso, alumna aventajada de la escuela Aguirre, ya ha manifestado públicamente que quiere presidir el PP madrileño. El 4M echó un órdago y lo ganó. Se ha hecho acreedora del salto en las encuestas del PP nacional y se sabe la baronesa más influyente en este momento.
Casado teme que tenga más poder interno, porque ante una eventual derrota en las próximas generales, dirigentes como la propia Díaz Ayuso le van a segar la hierba bajo los pies.
La consecuencia es que el líder popular intenta cortocircuitar a la presidenta madrileña lanzando a la carrera por el control interno a Almeida. Con la operación intenta matar dos pájaros de un tiro, deja maniatada a Díaz Ayuso y, al tiempo, desdibuja el perfil que, en un principio, se había construido el alcalde de la capital.
En efecto, Almeida comenzó haciéndose el traje de campechano, simpático y tolerante. Cuando el PP estaba en sus peores horas, él destacaba como un valor a cultivar. Sin embargo, ha sufrido más deterioro desde que se le nombró portavoz nacional del PP que por las tareas propias de su responsabilidad institucional.
Si quería un perfil amable no encaja con el de ser la voz de la denuncia del gobierno. Por eso, este nuevo impulso a liderar el PP madrileño frente a la flamante vencedora del mes de mayo, le va a suponer un nuevo desgaste ante la opinión pública. Se le va a percibir como un agresor de Díaz Ayuso, protegido bajo las faldas de la calle Génova.
Casado ha decidido Guerra en Madrid entre los populares, una pugna que no acabará en la próxima convención. Si la inquilina de la puerta del Sol pierde, volverá a la carga y, si lo hace Almeida, Casado se habrá granjeado un enemigo más dentro del PP, algo de lo que no anda escaso.
De momento, Díaz Ayuso se va de gira a Estados Unidos durante la convención nacional del PP. La lectura es obvia, no quiere formar parte de los palmeros de Casado y es demasiado pronto para enfrentarse a él.
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