Terrorismo

Un día extraño

Siento temor de ver aparecer un avión, de repente y que se empotre contra el tren. Es un miedo que no se irá nunca

Zoé Valdés

D os días después del 11 de Septiembre del 2001 el mundo se encontraba convulsionado tras los atentados en Estados Unidos que constituyeron el inicio de una declaración de guerra a Occidente, un conflicto que todavía no ha terminado aun cuando Joe Biden o el que esté por encima de él haya decidido que la guerra culminó con una derrota peor que la de Viet-Nam, pues la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán ha marcado el inicio del fin del derrumbe de Occidente; yo todavía sumida en el dolor de la pérdida de mi madre en el mes de agosto de ese mismo año no atinaba a nada. Mi padre y mis hermanos se encontraban en New Jersey, no supe de ellos hasta varios días después.

Este día (dos días después de la tragedia) en que se conmemoran 20 años y justo dos días, retomé un ejemplar del mismo libro que estaba dedicando a una editora neoyorquina, a mi querida Terry Karten, en el momento en que ocurrieron las explosiones de las Torres Gemelas y, que pude ver en directo, pues la tele estaba encendida, cosa rara a esa hora… Dos días después, entonces, retomé el libro, leí la dedicatoria, y ahora la recuerdo mientras acaricio la portada de un ejemplar parecido sin dedicar: «A mi querida amiga y editora Terry Karten, en un día extraño…». Vaya si lo fue…, pero más extraño ha sido volver a ese libro, releer frases mientras evoco las terribles imágenes.

Estados Unidos estaba dirigido por un cerebro de boniato, Bush hijo, y aunque el mundo se volcó en apoyarlo yo tuve mis dudas. Los ojos de ese presidente nunca me agradaron, tampoco su tendencia a bizquear mientras se empinaba una botella de cerveza reunido con unos cubanos elegidos para el momento como mismo hoy Biden elige a un reguetonero para tratar los temas de la libertad en la isla. Cada presidente norteamericano ha tenido a su cubano justificativo. Bush hijo al menos no se quedó con el grupo de supuestos intelectuales cerveceros, también reconoció al Dr. Óscar Elías Biscet, aunque se olvidara del resto. Ya lo dije, toca invariablemente a cubano por presidente norteamericano, o a cubana… Reitero, Bush nunca me gustó del todo, como no me ha convencido ninguno… Al final, Donald Trump tampoco pudo hacer mucho por nuestra libertad, no haber tenido tiempo no lo exonera.

No sabía qué había sido de la vida de Terry Karten, no tenía idea de si seguía en la misma editorial que dirigía cuando nos conocimos, fue la razón por la que estuve buscando en internet, y súbitamente hallé sus datos biográficos (https://prabook.com/web/terry.karten/636930). Entonces, vi con curiosidad la fecha de nacimiento, y descubrí algo insólito, que ignoraba, y es que Terry Karten, cuyo nombre es ya en sí toda una novela, nació el 11 de septiembre de 1947 (7 más 4 igual a 11 y el 9 está contenido en el año). Me dije que el libro que yo le estaba dedicando en el instante de los graves atentados, y que luego envié, pudo haber sido considerado por ella como un regalo de cumpleaños, aunque sé, porque hablé de eso con Terry después, que ese día su vida cambió de plano, como para muchos.

Mientras viajo en tren desde Estrasburgo, de regreso a París, observo el paisaje campestre francés que tanto amo, las nubes bajas y el cielo soleado, no puedo evitarlo, siento temor de ver aparecer un avión, de repente y que se empotre contra el tren, o contra aquel castillo a lo lejos, o contra las pequeñas casas aisladas en el paisaje. Es un miedo que no se irá nunca.

Viajo en el tren y cubro mi rostro con mascarilla, igual al conjunto de pasajeros. Más que una precaución sanitaria obedece a una orden cuyo incumplimiento puede costar casi trescientos euros de multa. El euro, una moneda que despersonalizó a Europa. Voy vacunada dos veces, de lo contrario no hubiera podido entrar ni siquiera en la Terminal, en mi móvil llevo un pasaporte sanitario, un código digital, que también es obligatorio enseñar por doquier; el que se niegue a mostrarlo corre el riesgo de ser detenido violentamente por la policía que custodia y verifica armada hasta los dientes.

Fue un día extraño, pero desde entonces hemos ido como carneros avanzando sin chistar hacia la repetición de aquel día en cada día de nuestras vidas, aceptando que la rareza de ese día tenebroso se impusiera, que hoy nos dé igual que quemen catedrales como que decapiten a humanos en plena calle, que debemos aceptar los aviones que estallan como las guerras alargadas, con las sucesiva derrotas, la pandemia del PCCH, la desolación mundial de un planeta detenido, las imposiciones estrictas que otros llaman disciplina y yo esclavismo.

Ojalá que Terry Karten haya podido festejar su cumpleaños el sábado pasado, seguramente se ha acordado de mí como yo de ella, porque cuando me preguntan qué estabas haciendo el 11 de septiembre del 2001, todavía veinte años más tarde respondo: «Estaba dedicándole un libro a la editora Terry Karten». Ahora debiera añadir que lo hice «el día de su cumpleaños, en un día extraño que poco a poco lo irá siendo menos».