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Nadie prosperará gracias a la educación, a su esfuerzo personal o talento

Dícese que están tuneando esa nueva ley de Educación que pretende enseñar sexo a los parvulitos y matemáticas “socioemocionales” para atraer a las niñas. La educación buena forma y eleva a las personas, hace seres pensantes que pueden cuestionárselo todo, incluso la viabilidad de los poderosos —su capacidad, su cordura—, pero los que mandan han preferido convertir poco a poco (o más bien: mucho a mucho) el sistema educativo en un área de estabulación y repostaje en el camino existencial del pueblo hacia la nada, donde se iguala por lo bajo, como en un establo. Así nadie prosperará gracias a la educación, a su esfuerzo personal o talento. Lo de que planean convertir en “emocionales” las matemáticas “para interesar a las niñas” lleva implícito el subtexto injusto, necio, sexista, de que las mujeres no son seres racionales, sino sentimentales, que precisan ser encandiladas con supuestas emociones asociadas a los decimales. Quien diseñe algo así quizás cree que el transcurrir de la historia les ha servido a las féminas solo para pasar de la pata quebrada en casa a los quebrados matemáticos siempre y cuando los magnánimos lumbreras de la ingeniería social les hagan descubrir un sentimiento asociado a cada número. (O sea, tía). ¿Pues cómo compatibilizar la irracionalidad del sentimiento (que es paradójico e incoherente por su naturaleza impresionable, obviamente sensitiva) con la racionalidad de las matemáticas? ¡Qué carambola pedagógica!… Creíamos haber sacado por fin a las mujeres del coto limitado del sentimiento y la sexualidad para colocarlas en el espacio público como sujetos activos de Derecho y derechos y ha resultado que las leyes, bajo la última “ola de progreso”, han vuelto a encerrar a las niñas con sus hormonas, sus gónadas, su histeria freudiana, Sus Labores en Sentimentalidad y Kama-Sutra. Claro: lo del sentimiento es el signo de los tiempos, en todo. Pero mientras los mandamases y mandamasas nos cuentan la milonga de la política de los sentimientos bonitos, que desprenden incluso las integrales o la pobreza comunal, no les tiembla la melena para rentabilizar la ignorancia. Y en lugar de arreglar los problemas sistémicos de la sociedad, como la educación deficiente, remiendan sus propias cuentas, y sus cuentos. Porque ellos sí que saben contar. Sobre todo en euros.