Opinión

Apagón y parón nuclear de ETA

Desde luego aquellos profetas del reseteo que nos auguraban una «nueva normalidad» tras la salida de la pandemia, poco cayeron en la cuenta de que ese oxímoron de pretender simultáneamente «algo nuevo y normal» se iba a concretar en una sucesión de calamidades y penalidades sin fin. A Filomena y la subida de la luz le ha sucedido la tragedia del volcán de Cumbre Vieja, dejando literalmente en la calle a miles de personas que lo han perdido todo.

Para no salir de este sinvivir, se otea en el horizonte europeo un apagón histórico. Países poco dados al alarmismo como Austria o Suiza han advertido a sus nacionales de la posibilidad de tener que afrontar un colapso del suministro energético ante el que deberían prepararse, especialmente con acopio de alimentos y medios de primera necesidad. Para España, en última instancia se trataría de un exceso de demanda sobre la oferta disponible, sensiblemente afectada por el conflicto entre Marruecos y Argelia y el cierre del gasoducto que, pasando por nuestro vecino, nos suministra el gas argelino.

La dependencia energética se predica también con particular relación al cambio climático, convertido en otro dogma de un futuro sostenible. Quizás sería conveniente reflexionar acerca de tanto dogma sobre la producción eléctrica vetando la nuclear que, por cierto, importamos de Francia. No olvidemos que el parón nuclear vino impuesto por ETA, con su actuación contra la central de Lemoniz, que culminó con el secuestro y asesinato de su ingeniero jefe José María Ryan, causando gran conmoción en la opinión pública española del momento.

En estos tiempos de blanqueo de la banda terrorista, sería recomendable tener presente también a los muertos y heridos ocasionados por los sucesivos atentados etarras dentro de su «política» antinuclear, a los que hay que sumar los más de dos mil millones de euros que como compensación a la propiedad de la central hemos pagado los consumidores españoles en la factura de la luz hasta fecha reciente, ahora de gran actualidad.

Las energías renovables, solar y eólica, apenas cubren la mitad de la demanda; la térmica está en demolición por el «desarrollo sostenible climático» y, entre tanto, el suministro eléctrico se encuentra en riesgo de colapso. Con la producción nuclear vetada hace cuarenta años por una ETA ya derrotada e inexistente, acaso sería el momento de repensar esa fuente de producción, cuando menos para no tenerla que importar desde nuestra vecina Francia y, por cierto, de origen nuclear.

La alternativa puede ser, pese a nuestra eficaz red de suministro eléctrico, vernos abocados a penurias propias de tiempos que creíamos ya superados de nuestra historia… Con tanto desarrollo «sostenible».