Música

Rock-Ola

Fue el Café Gijón del rock, la nueva ola española y La Movida madrileña

Ayer, día 22, se clausuró en L’illa Diagonal de Barcelona la exposición dedicada a la sala madrileña Rock-Ola. No deja de ser paradójico que la exposición conmemorativa de la sala de conciertos más representativa del espíritu madrileño de los ochenta se haya dado en Barcelona, la eterna ciudad rival. Resulta más comprensible si explicamos que Lorenzo Rodríguez, el que fuera factótum de la sala, vive ahora en Barcelona y regenta varios negocios de hostelería. Su impulso ha sido decisivo para que se celebrara la muestra.

Rock-Ola fue el lugar donde se citaban todos los irreverentes que cambiarían la libertad de las costumbres españolas. Tú podías llegar a Madrid por primera vez, sin conocer a nadie, y dejarte caer por el local de la calle Padre Xifré, sabiendo que allí contactarías con alguien de tu pelaje.

Rock-Ola fue el Café Gijón del rock, la nueva ola española y La Movida madrileña. Allí vi a Almodóvar, disfrazado y bebido, bromeando con posturas provocativas desde el escenario, a Kevin Ayers borracho ligando en la entrada, a Santiago Auserón, Manolo García, Alaska y un largo etcétera. Por su escenario pasaron todos los grupos de lo que se dio en llamar La Movida autóctona y también el punk extranjero. Nunca me he divertido tanto en un local (y mira que lo he intentado veces) como lo hice entre aquellas cuatro paredes solo observando lo que me rodeaba. Únicamente, en ocasiones, alguna obra de arte excepcional me ha dado tanto placer.

Rock-Ola fue todo un universo del que podrían estar perfectamente orgullosos los madrileños. Mucho se ha hablado y escrito de su ciudad, pero si algo está claro es que solo una metrópoli como la de su particular idiosincrasia podría haber albergado un fenómeno como el de Rock-Ola. Madrid debería estar poniéndose ya a trabajar para albergar esa exposición como parte de su patrimonio histórico. Visité Dingwalls (Londres) o el CBGB (Nueva York), pero nada como el insuperable Rock-Ola.