Economía
El dogal que se cubre con todas las consecuencias imaginables
La producción rural tiene bloqueado el precio, pero no los costes, y esto de inmediato repercute en forma de crisis
Poco a poco, surgió el incremento de los elementos necesarios de un buen dogal, para liquidar enemigos políticos con el ahorcamiento de estos. Parece clarísimo que este elemento, que normalmente generaba una situación económica pavorosa, era, en España, la realidad agraria, que, de pronto, de elemento de freno, pasa a tomar otra dirección, a partir de las medidas adoptadas en la Transición, con el complemento de nuestra incorporación a la Unión Europea. Pero ahora, se ha venido abajo. Y además, tendría que decirse que con estrépito y de modo acelerado. La causa es evidente. Se había logrado una agricultura extraordinariamente eficaz y cada vez más potente, a causa de la llegada de insumos en cantidades notables de los sectores industrial y de los servicios. Desde el sector industrial, si se contempla el llamado modelo de análisis estructural de Leontief, vemos el papel fundamentalísimo que pasó a tener la energía. España, superando anteriores errores, contempla, en estos momentos, la culminación de equivocaciones políticas, tecnológicas y pseudoecológicas que, por ejemplo, bloquearon y liquidaron, en buena parte, el creciente papel que había pasado a tener la energía nuclear. A ello se ha añadido otra realidad ecológica derivada del cambio climático. Evidentemente, la crisis del CO2 ratificaba ese sendero. Pero, además, la política exterior española nos lleva a dificultades continuas respecto a la llegada de petróleo y gas natural, todo ello relacionado con claridad a causa de esa especie de bofetada diplomática recibida de los Estados Unidos que afecta, de inmediato, al suministro de los referidos insumos que, inmediatamente alteran los servicios de transportes, encareciéndolos. Ese conjunto de realidades aumenta rápidamente los costes para los empresarios rurales, bien relacionados con la agricultura, o bien con la ganadería. Aumento de los costes que se encuentra con que, como consecuencia de la aplicación, en la política económica europea, de la ley de King, genera una garantía de precios rurales nada menos que en todo el conjunto europeo; pero éstos no tienen visos de ampliarse, porque ha surgido otro fantasma perturbador: una inflación que comienza a incrementarse peligrosamente, con todas sus consecuencias derivadas.
He ahí que la producción rural tiene bloqueado el precio, pero no los costes, y esto de inmediato repercute en forma de crisis. España tenía unas situaciones favorabilísimas en lo que se refiere a nuestras relaciones con el exterior, que al desaparecer en este sector, crean problemas crecientes para el conjunto económico, incluyendo la caída de inversiones industriales extranjeras.
Pero la cadena de consecuencias derivadas de ese cambio agrario radical no concluye ahí. Inmediatamente, el tema energético encarece de modo extraordinario los transportes, y de ahí se deriva un intento de creciente emigración de las zonas rurales hacia las urbano-industriales. Esto se relaciona con unos problemas muy serios existentes en éstas, hacia el futuro, a causa de ese planteamiento preocupantísimo que se deriva de una política presupuestaria que se viene arrastrando por el Gobierno Sánchez, y que genera, de inmediato, lo que ya era un serio problema: el fortísimo déficit presupuestario que plantea obligatorias y muy serias amenazas. Han sido ya muy bien estudiadas y expuestas, al encontramos, en el mundo financiero, forzosamente dependientes, por ejemplo, de decisiones del Banco Central Europeo, porque el euro en nada se parece a lo que fue la peseta.
Todo este conjunto de situaciones se complica en una nación con altísimo nivel de desempleo, hecho que se pretende encubrir, a través de presentaciones estadísticas que hay que calificar como pintorescas. Y, complementariamente, a efectos electorales, se ponen en marcha medidas que se encuadran justo en las que no deben aceptarse: concretamente, las denominadas «reformas laborales con incrementos salariales».
Todo lo que he señalado formaba parte ya del dogal que constituía algo así como un amasijo de riesgos para nuestra economía; mas, en esto, apareció un complemento extraordinario en forma de crisis económica rural.
Toda una serie de economistas españoles habían percibido que, desde hace sesenta años, como afirmó Jaime Lamo de Espinosa en una aportación, son muy significativos datos como estos: «Hay que afirmar que la agricultura y la ganadería españolas, así como todo el Sistema Agroalimentario (SAA), han tenido una evolución altamente positiva en las últimas décadas» y así han creado uno de los impulsos fundamentales para nuestro desarrollo económico, capaces de compensar el otro conjunto, que hay que calificar de lamentable, que ofrece nuestra estructura productiva de bienes y servicios». Pero todo eso, no sólo se ha esfumado, sino que, al empeorar ese mundo campesino, hace surgir incluso alarmas por lo que pudiera suceder en ciertas regiones; el fantasma de Casas Viejas podría aparecer y con él un espartaquismo agrario. No nos faltaba más que eso.
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