Opinión
Sánchez, Casado y Andalucía
Es fácil para un presidente del Gobierno controlar internamente una federación de su propio partido. Otra cosa bien distinta es que eso sea bueno para la organización
El socialismo andaluz está en sus peores momentos, Espadas puede convertirse en el primer candidato socialista vencido por el Partido Popular. La responsabilidad no es solo suya, Sánchez aprovechó la ambición del alcalde sevillano, antiguo susanista de pro, para arrebatar a Díaz el control del partido.
Es fácil para un presidente del Gobierno controlar internamente una federación de su propio partido. Otra cosa bien distinta es que eso sea bueno para la organización. El desastre en la Comunidad de Madrid el 4 M dibuja un Sánchez que prefiere ajustar las cuentas pendientes internas aunque eso desangre electoralmente al Partido Socialista.
En Andalucía, los sondeos le dan una clara ventaja al PP. Espadas podría bajar de los 33 diputados de las últimas elecciones y podría cristalizar el terremoto nacional que empezó Díaz Ayuso.
Según los sondeos, el bloque de derechas saldría reforzado. El PP se merienda el electorado de Ciudadanos y Vox subiría. A la izquierda del PSOE, solo algunos experimentos que servirían para diluir el voto y perder escaños de la izquierda.
Casado está alentando elecciones, pero puede ocurrir que la jugada se le escape de las manos. Vox es la fuerza emergente, en parte por la insatisfacción en que viven algunos electores del PP que esperaban algo más de Bonilla y, en parte por la estrategia del PSOE en la que centran la precampaña en el miedo a la extrema derecha.
Cada vez que el Partido Socialista sustituye al PP por Vox en la confrontación, los ultras crecen. La mejor manera de que no prosperen es quitarlos el protagonismo del debate, pero es menos rentable electoralmente. En la política de bloques, cuanto más fuerte sean más cerca estarán de formar gobiernos de coalición.
El PP hizo lo mismo en su momento con Podemos para desplazar al PSOE del papel de principal adversario, la consecuencia fue la vicepresidencia de Pablo Iglesias.
Mariano Bonilla no es brillante y tampoco lo ha sido su gestión al frente de la Junta de Andalucía. El máximo acierto que se atribuye a su gestión es no haber cometido errores de bulto, cosa que da idea de la pobreza del balance. A pesar de todo, puede estar en sus manos un nuevo ciclo político.
Casado y Sánchez son líderes del montón, por eso tienen tantas analogías. En el caso del popular, no está agitando la convocatoria electoral en Andalucía para ganar puestos en la carrera por la Moncloa, sino para que el congreso del PP madrileño se celebre en las condiciones que le aseguren hacerse con el control total en Madrid.
Habría que ver si estaría haciendo el mismo esfuerzo por convencer a Bonilla para la convocatoria en junio si la presidenta madrileña no quisiese el poder orgánico. El líder de los populares es como un jugador a chicas en el mus. Piensa más en su supervivencia que en ganar las elecciones.
Sánchez también acaba con los discrepantes internos, pero su fin último no es la supervivencia sino castigar a los que cuestionen su poder absoluto.
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