Política

«In Spain we call it...populismo»

Si hay un lugar en el que han triunfado los personalismos mágicos, ese ha sido Latinoamérica

Del orinal de porcelana que Marcel Duchamp envió a una exposición en Nueva York en 1917 pueden extraerse varias conclusiones. La primera, y más evidente, es la conmoción en el mundo del arte que provocó aquella peculiar obra titulada «Fuente». Desencadenó una auténtica revolución al demostrar que cualquier objeto, por vulgar o cotidiano que fuera, podía entrar en el exclusivo olimpo de la cultura (el orinal ha llegado a incluirse en listas elaboradas por críticos y expertos como la obra más influyente del siglo XX). La segunda consecuencia, y ésta menos obvia en aquel tiempo, es que la transgresión, la polémica, romper con las normas establecidas imantaba la atención del público. Como Duchamp, otros tantos artistas y movimientos disruptivos siguieron la estela de la provocación y recurrieron a técnicas precursoras de la mercadotecnia como cebo y lo hicieron con tanto éxito que el modelo se ha ido replicando a lo largo de los años y se ha desplegado, además, a otros ámbitos. El antropólogo Carlos Granés establece en su ensayo «Salvajes de una nueva época» un paralelismo entre movimientos como el dadaísmo (capaces de desestructurar la realidad y romper con todo) y las formas de estar en política excesivas, desmedidas, fugaces y simplistas que, en muchas ocasiones, nos rodean. Con la inusitada excepción alemana, donde la socialdemocracia acaba de suceder a una gran coalición, los partidos tradicionales van decayendo en detrimento de otras fórmulas más individuales, que giran en torno a figuras de fuerte personalidad que (aseguran) poseen la solución a todos los problemas. Basta mirar alrededor para constatar el auge de Zemmour en Francia o recordar a las «estrellas» italianas que, como Berlusconi o Grillo, han obligado de manera cíclica a la República a recomponerse a golpe de tecnocracia. Esto ha sucedido (y sucede) en Europa, pero si hay un lugar en el que han triunfado los personalismos mágicos, ese ha sido Latinoamérica. Con el omnipresente precedente del peronismo, se han coronado como exportadores mundiales del «golpe de efecto» (como muy bien saben Iglesias y Errejón) y han extendido el estilo demagógico a otros países que tradicionalmente permanecían al margen, como Chile o la propia España, ahora que encaramos un ciclo electoral con excedente de plataformas, siglas y personalismos varios. Y aunque aquí era un fenómeno casi desconocido hasta hace poco tiempo, siempre hemos tenido muy claro lo que es en realidad. «In Spain we call it... populismo»