Opinión
Cruces invertidas por Navidad
Está muy presente en las redes sociales el debate motivado por la «llamativa» iluminación que decora las calles de Granada y al parecer alguna otra ciudad cual si fuera una consigna, siguiendo la tradicional costumbre española de engalanarlas con ocasión de las fiestas de la Navidad. La discusión tiene justificado fundamento, ya que los símbolos escogidos no son, como sería lógico y habitual, motivos festivos navideños, como las estrellas que evocan la que habría llamado la atención y guiado hasta Belén a los Reyes Magos de Oriente, sabedores de las profecías respecto al nacimiento del Mesías prometido y con conocimientos de la ciencia astronómica.
El motivo decorativo «navideño» elegido por los ediles es una cruz invertida, que puebla las principales vías urbanas de la hermosa y bella ciudad alpujarreña. No hay que tener mentalidad conspiranoica ni ser negacionista de nada para conocer que la cruz invertida suele ser vista como un símbolo satánico asociado a la figura del «antagonista», el príncipe de la mentira, el anticristo, que así fue calificado por quien pretende suplantar; es decir, el mismo Jesucristo.
Ante el revuelo causado han salido prestos los compañeros de viaje para la ocasión –no sabemos si ingenuos, ignorantes o ambas cosas–, aludiendo a que esa interpretación es errónea, porque afirman estos adornos también representan la cruz en la que cabeza abajo por humildad, fue crucificado san Pedro. No tenemos constancia de cruces invertidas en ceremonias litúrgicas católicas y, por el contrario, sí que la tenemos en la liturgia de las conocidas como «misas negras»; es decir, ceremonias en honor de Satanás, pero nunca es tarde para aprender. Es llamativo que la empresa de iluminación y el Ayuntamiento guarden silencio. De momento, tampoco tenemos constancia de un pronunciamiento del Arzobispado ante una polémica causada por el mal uso del símbolo de quien vino a traer la paz al mundo, y no la guerra. Y menos en Navidad.
Si no ha habido mala fe, es exigible una rectificación retirando ese símbolo y sustituyéndolo por otro u otros. Esa corrección es precisa cuando el laicismo anticristiano está siendo cada vez más agresivo en sus manifestaciones, como vamos observando. La hoz y el martillo juntos no son el símbolo de oficios tan meritorios y dignos como los segadores y los carpinteros, sino de otra cosa. Y lo mismo sucede con esa cruz serpenteada por una letra «S» iluminada. Todo una mera coincidencia sin ninguna mala intención, por supuesto; y estas interpretaciones son propias de mentes calenturientas. Profanar la Navidad es herir las creencias de muchos hombres y mujeres de buena voluntad.
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