Toni Bolaño

El momentum del PP con el PSOE a por uvas

Los malos augurios para Pedro Sánchez se han confirmado. El presidente leonés ha convocado los comicios para el 13 de febrero. Pura poesía tiene esta convocatoria si tenemos en cuenta que se harán coincidiendo con el aniversario de las catalanas, donde Sánchez se impuso de la mano de Salvador Illa. Sin embargo, en Castilla y León no hay efecto Illa, inventado por Iván Redondo, que valga. El PSC salía en cuarta posición y llegó primero. Ahora sale primero, pero llegará segundo. El efecto Tudanca, que estuvo a punto de entrar en el Gobierno de Sánchez, es toda una entelequia.

Casado, agobiado por la estéril pugna de Madrid que le come terreno, necesitaba mover piezas. Lo intentó en Andalucía pero Moreno Bonilla quiere ser prudente y administrar sus propios tiempos. Alfonso Fernández Mañueco tenía todas las cartas y solo debía esperar el momento para aniquilar a su socio, Ciudadanos. Lo ha hecho, porque Paco Igea se ha hecho un Ignacio Aguado. Sin esperárselo ha sido cesado y se han convocado elecciones. Pensaba, como Aguado, que era un imposible que el PP lo dejara tirado, pero el PP lo ha hecho porque Mañueco ha aprovechado su momento. Igea ha sido un ingenuo y tuvo la oportunidad de hacer presidente a Luis Tudanca, pero hizo caso omiso a esta opción y ahora patalea acusando a Mañueco de no ser un hombre de bien, sin darse cuenta de que la política es cainita. Ahora es el momento de Mañueco y el momentum de Casado.

Los socialistas miran, con temor, a Andalucía porque las encuestas les auguran un trompazo de altura. Susana Díaz ganó las elecciones, algunos se acordarán de ella después de todo lo que han dicho, aunque un pacto de derechas la desbancó, pero Juan Espadas puede obtener el peor registro electoral de la historia de la democracia para el PSOE andaluz situándose a 15 puntos –han leído bien, 15 puntos– por debajo del PP. Juan Marín podría hacer un movimiento y cambiar el tercio desbancando a Moreno Bonilla. De perdidos al río, porque haría bien el líder de Ciudadanos en mirarse al espejo de Aguado e Igea. Es la única baza que puede cambiar la política española, un cambio de alianzas en Andalucía.

Con un resultado electoral como el que preven las encuestas que ayer también se publicaron en Andalucía, el PSOE entrará en pánico. El baile ha empezado y Pedro Sánchez no tiene pareja para Castilla y León –Yolanda Díaz no tiene tiempo para preparar absolutamente nada en dos meses y Unidas Podemos está amortizadísimo en la comunidad– y, de momento, tampoco para Andalucía, donde la izquierda está dividida en cuatro candidaturas, todo un presagio de derrota. Si Casado pone orden en Madrid la ventaja socialista del CIS puede diluirse como un azucarillo porque encadenar derrotas no es un síntoma positivo. De hecho, el presidente valenciano se ha puesto de perfil ante la convocatoria de Mañueco. Ahora, Ximo Puig sabe que no es su momento y no moverá pieza.

Sánchez tendrá que esperar el resultado de las elecciones castellanoleonesas para decidir si arriesga y es osado o ,por el contrario, conservador. Si adelanta las elecciones generales para aprovechar la fuerza de Moncloa y evitar el efecto dominó de la concatenación de derrotas o espera a que los acontecimientos dejen noqueado al PSOE. Puede adelantar haciendo coincidir generales con las andaluzas para movilizar a la izquierda –que sube en generales entre cuatro y cinco puntos– pero, sin duda, antes de las municipales y autonómicas de 2023. Debe mover pieza. Si no lo hace la suerte está echada porque la economía no pinta bien. El IPC desbocado, la luz por las nubes y recortes de crecimiento pueden lastrar los éxitos de una reforma laboral –posible– y de unos fondos europeos que no cuajarán hasta bien entrado el año 23. Fiarlo todo a la economía es tanto como alargar la agonía.