Gobierno de España
Hadas
La gran contrariedad es mantener a una oligarquía extractiva empeñada en dinamitar desde dentro lo poco que queda de este viejo país ineficiente –como diría Gil de Biedma–.
Las «hadas madrinas del bien» –denominación de Angela Levin, biógrafa del príncipe Harry de Inglaterra–, se pasan la vida denunciando injusticias incluso si para ello tienen que cometer muchísimas, rematando a personas como J.K. Rowling, creadora de Harry Potter, que no parece haber perpetrado tantos crímenes como para comparecer ante los cotidianos juicios de Nuremberg «woke» de Twitter y etc. Los fervientes de la «cultura woke» repugnan incluso a alguien tan consumadamente correcto como Barack Obama. Pero las hadas del bien no dudan en denigrar brutalmente a quienes consideran corrompidos, social o racialmente. Lo «woke» en España ha llegado a la política, y lo ha hecho, como suele suceder por estos lares, gracias al enchufismo, al trepismo y al pioletismo ideológico patrio (encaramarse a las protuberancias traseras de alguien importante a golpe de piolet), que tan buenos resultados han dado para prosperar aquí, históricamente. Por dondequiera, incontables españolazos estamos sospechando que quizás todos esos y esas que creíamos ideales idealistas «neocom» (neocomunistas), salidos del 15M o de su casa después de almorzar, que supuestamente venían a enseñarnos ética y transparencia a los impuros súbditos, ellos, que acabarían con la corrupción y la casta…, se han revelado peritos expertos prosperando en materias que, en teoría, repudiaban. Aquí no se veían comunistas en el gobierno desde… ¿cuándo?, ¿la II República? Pero el problema no es que un miembro del gobierno sea comunista, el inconveniente es pertenecer a una élite antiespañola que contribuye a la leyenda negra en el exterior. Verbigracia, el internacionalmente famoso ministro Garzón. La gran contrariedad es mantener a una oligarquía extractiva empeñada en dinamitar desde dentro lo poco que queda de este viejo país ineficiente –como diría Gil de Biedma–, un antiguo reino que no solo vive como un noble arruinado entre las ruinas de su inteligencia, sino que contempla aterrado cómo la inteligencia ha emigrado, para no volver, del mando de lo público. Mientras, el infantilismo, la tontuna, la avidez destructiva y el alocado experimento social toman el control. No nos falta de nada, no… (Y lo que venga).
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