Economía

Los trapos sucios (salvo los torpes) todos los lavan en casa

Garamendi ansiaba la foto de la reforma laboral tanto o más que Sánchez y que los sindicalistas Sordo (UGT) y Álvarez (UGT)

Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, del mismo, mismo, Bilbao –mecachis– y «todo mi reino por una foto», encara toda una papeleta mañana, miércoles, cuando se reúnen el Comité Ejecutivo y la Junta Directiva de la patronal, que debatirán –se sepa o no– sobre el pacto para la reforma laboral, aprobado por Decreto Ley por el Gobierno de Sánchez y pendiente de ratificación por el Congreso de los Diputados. Garamendi, al final, saldrá airoso –al menos salvará la cara–, pero sobre todo porque los empresarios de verdad, los que se juegan día a día el pan propio y ajeno y su dinero, aplicarán la receta de que «los trapos sucios se lavan en casa». Eso, en el caso de la CEOE, reduce el universo a lo mínimo. José María Cuevas, el histórico y desaparecido presidente de la patronal, lo tenía muy claro. «Lo que se habla en la Junta Directiva es como tomar un megáfono y gritarlo en la Puerta del Sol», explicaba, en la prehistoria de los móviles y la comunicación instantánea, con su retranca palentina, tamizada por sus querencias segovianas, sobre todo culinarias.

Garamendi ansiaba la foto de la reforma laboral tanto o más que Sánchez y que los sindicalistas Sordo (UGT) y Álvarez (UGT). El pacto, para los empresarios, es un paso atrás. Sin matices. Para el mundo sindical es un paso corto. Por eso, el presidente de la CEOE, que firmó sin consultar a la organización –ese fue su paso en falso–, encontró resistencia interna, sobre todo a sus formas. Las patronales madrileña y catalana, la de los automóviles, la del campo y, en parte, la del turismo, no veían –ni ven– claro el futuro con el acuerdo que tanto pondera, también con cinismo y cálculo, Yolanda Díaz, la misma que ahora quiere «cogestión». Todo es susceptible de empeorar. Garamendi sobrevivirá a la Junta Directiva de la CEOE porque, en este punto, los empresarios no ven alternativa. «Es mejor lo malo conocido –la reforma–, que lo peor por conocer». Y lo peor por conocer es que la reforma se tramite como proyecto de Ley, susceptible de enmiendas que irían en contra de los deseos empresariales y –no es lo de menos– de la unidad de mercado laboral, que es lo que pretende el PNV y también ERC, que no se había enterado de cuánto valía un peine, pero los vascos les han descubierto otra vía «independentista» sin independencia. Garamendi dormirá tranquilo mañana, pero cada día tiene menos asegurada su reelección a final de año, quizá por olvidar, como algunos torpes, que «los trapos sucios se lavan en casa», aunque seas del mismo Bilbao.