Meritxell Batet

Batet o la perversión del voto

«La realidad es que un diputado del PP vio vulnerados sus derechos fundamentales»

Es curioso que nos llenemos la boca con palabras como justicia y derecho. Es habitual decir «no hay derecho» ante una injusticia flagrante. Lo sucedido este jueves en el Congreso afecta a un derecho fundamental, pero a la izquierda política y mediática no le importa. El Gobierno quería convalidar a cualquier precio el decreto de la reforma laboral. Una vez más resulta útil acudir al famoso adagio «el fin justifica los medios». Al margen de la errónea atribución a Maquiavelo o si fue Napoleón quien la dijo tras la lectura de «El Príncipe», la obra más conocida del famoso intelectual florentino, la realidad es que la frase «Cum finis est licitus, etiam media sunt licita» («Cuando el fin es lícito, también lo son los medios») del teólogo jesuita alemán Hermann Busenbaum encaja muy bien con el comportamiento de la coalición gubernamental. Es una consecuencia de la Nueva Política, término que hemos olvidado, y que impregna, como se vio en la polémica votación, la política.

Es grotesco escuchar que los dos diputados de UPN son unos tránsfugas cuando el PSOE había conseguido el apoyo del presidente de este partido, Javier Esparza, a cambio de no reprobar al alcalde de Pamplona. Es evidente que no tiene nada que ver con la reforma laboral, pero estamos ante un descarado chantaje que la izquierda pretende ignorar. El comportamiento de Ciudadanos, convertido en aliado parlamentario de Podemos, resulta tan grotesco que asombra que su portavoz pretenda dar lecciones utilizando, por cierto, ese tono airado que le caracteriza. He de reconocer que siempre me pregunto de dónde proviene su desasosiego, ya que no cesa de lanzar soflamas. La realidad es que un diputado del PP vio vulnerados sus derechos fundamentales cuando la presidenta del Congreso negó la corrección del error. Es evidente que fue un acto injusto y ahora se tendrá que comprobar si se ajustó a derecho esta polémica decisión de Batet, que ni siquiera se molestó en reunir a la mesa de la Cámara. Hay que preguntarse si lo sucedido responde al objetivo del voto telemático. Los errores en las votaciones siempre resultan divertidos, cuando la realidad es que desvirtúan el espíritu de la norma. En este caso, además, era perfectamente subsanable, pero no le convenía al Gobierno.