Castilla y León

La batalla de Castilla y León

«Estas elecciones son fundamentales porque España no aguanta tantos chantajes y se necesitan gobiernos fuertes»

Estas elecciones tienen una trascendencia nacional que supera el estricto ámbito autonómico. Castilla y León, con mayores méritos que el País Vasco o Cataluña, es una nacionalidad histórica. Las razones son tan abrumadoras para un historiador que no merecen ser glosadas. Ha sido, además, la gran sacrificada a lo largo de los siglos y sobre sus espaldas recayó desde la Reconquista hasta la colonización de América y el sostenimiento del Imperio en las luchas europeas. La propia división de la Corona de Castilla, con los diferentes reinos que había en su seno, fue algo artificial que no respondía a la Historia. La organización territorial surgida en la Edad Moderna y consagrada en el Estado de las Autonomías tiene mucho de artificial. Es algo que ya no importa, porque los políticos han dado contenido, incluso histórico, a sus comunidades. No hemos llegado a los reinos de Taifas o al cantonalismo, pero poco le ha faltado. En este sentido, no hay más que ver algunos idiomas o dialectos regionales o provinciales que son la expresión del oportunismo de políticos e historiadores locales bien pagados o aficionados imbuidos de un patriotismo delirante.

Castilla y León se juega mucho en estas elecciones, porque una victoria de la izquierda comportaría diluir su identidad para convertirse en otra pieza al servicio de socialistas y comunistas. Necesita ser reivindicada, en su plenitud e identidad, pero jamás desde el planteamiento de la España Vaciada. Es dar la entrada a más oportunistas al servicio del PSOE y movidos por la idea de «que hay de lo mío». Es verdad que el chantaje ha sido moneda corriente desde la Transición hasta nuestros días. En el caso vasco estaba ETA y se hacían concesiones de todo tipo para conseguir la derrota de la banda criminal. Esto ha consagrado una situación de privilegio que se vio reforzada por el uso de los votos del PNV en el Congreso cuando el PP o el PSOE estaban en minoría. Lo mismo ha sucedido en el caso catalán. Esta anomalía explica muchos de los problemas que sufrimos ahora, porque la voracidad de los nacionalismos no tiene límite. Es imposible de saciar. Por ello, estas elecciones son fundamentales, porque España no aguanta tantos chantajes y se necesitan gobiernos fuertes.