Guerra en Ucrania

Locura

Mientras los diputados europeos lloriquean ante su iPad y una larga carta de postres sin gluten, en la Duma cuentan muertos sin pestañear

El siglo XX estuvo gobernado por locos espeluznantes: Hitler, Pol Pot, Stalin, Mao... La insania ha vuelto, quizás nunca se fue. Para dirigir cualquier país, los candidatos deberían estar psiquiátricamente homologados. Putin acusa de «drogadictos y mafiosos» a los políticos ucranianos mientras actúa y habla como un orate. ¿Está en su sano juicio?, ¿qué dicen sus admiradores occidentales? ¿Algún psiquiatra en la sala…? Mientras se propone matar al presidente ucraniano Zelenski, y a toda su familia, los hijos de Putin (con perdón) y su nueva esposa están bien escondidos. Mientras califica de nazi al gobierno ucraniano, se comporta como Hitler en 1938. Mientras los diputados europeos lloriquean ante su iPad y una larga carta de postres sin gluten, en la Duma cuentan muertos sin pestañear. Putin ofrece la nada a cambio de perdonarnos la vida, mientras chupatintas europeos lo venderían todo, y a todos, por un escaño culogordo calentado con gas ruso. Putin podría merendarse incluso a Europa pese a que no tiene recursos: su país es muy grande pero muy pobre; él, pequeño y riquísimo, conoce las artes soviéticas del crimen y las capitalistas de la codicia mortal. Tiene avasallado al pueblo ruso. ¿Qué importa que sus arcas estén famélicas? Expandiendo sus fronteras, aumentará su poder, y en la guerra siempre morirán otros, nunca él. Putin es especialmente hábil alimentando movimientos independentistas (incluido el catalán), que luego usa para dinamitar las fuerzas de territorios fronterizos sobre los que se abalanza e impone, como ahora, esgrimiendo torticeros argumentos de historia «fake» o derecho internacional envueltos en una verborrea antifascista falsa, manida pero exitosa. ¿Qué perjuicio le pueden producir a Putin y su locura los bien nutridos burócratas de la UE, que piden la baja laboral cuando les sale un padrastro? «Haremos que Putin pague por esto», dicen, confundiendo al viejo director de la KGB con un contribuyente con obligación de atender los requerimientos tributarios en sede electrónica. Bombas contra sanciones, multitas y grititos tibiamente crispados: ¡oh!, ¿pues quién ganará...? (Si no le paran los pies, Putin nos comerá hasta las manos).