Ucrania

Zelenski

Toda la dignidad del modelo de civilización europeo se encuentra contenida en las ojeras y en la barba de varios días de un excómico con una camiseta verde militar asomado a nuestro Europarlamento

Que Europa no se construiría de un golpe ya lo vaticinó Schuman en 1950. Y que ha necesitado varios de ellos, de considerable intensidad, para reaccionar es algo que atestiguamos los europeos contemporáneos. A lo largo de los últimos años se han encadenado crisis, una tras otra, de tal calado que el proyecto común se arriesgaba a diluirse o a quedar reducido a la caricatura malintencionada de quienes (y no eran pocos) ambicionaban eliminarlo. A la Gran Recesión que sacudió las economías en 2008 con un descomunal «shock» de deuda soberana, que agrandó la brecha de desconfianza entre norte y sur y amagó con expulsiones de socios, le siguió la llegada masiva de refugiados que huían de la guerra en Siria. La Unión desbarató, entonces, su carácter humanitario y con cada país miembro inmerso en una lenta y compleja recuperación financiera, ensimismado en sus propios traumas, dejó pasar el tiempo y se materializó el Brexit como culminación de otro trance, el identitario, larvado, infiltrado en las instituciones, que lanzaba la esencia comunitaria al horizonte de la división, como empujada por una irrefrenable fuerza centrífuga. Luego nos arrolló la pandemia, el parón vital y el estrés sanitario, y de todas y cada una de estas catarsis del siglo XXI emana la imprescindible exigencia de una actuación coordinada. O una voz o ninguna. Ahora, en medio de la batalla de Ucrania y con el mundo remodelándose a velocidad de TikTok, Europa aspira a retomar el papel estratégico que le corresponde, busca su «despertar geopolítico», asumiendo la crudeza que nos rodea («las fuerzas del mal», que denominó Borrell) e interpelada en sus fronteras como nunca, anhela reencontrarse con su compromiso ante la historia en la defensa de su espacio de libertad. Para redescubrir, al final, que toda la dignidad del modelo de civilización europeo se encuentra contenida en las ojeras y en la barba de varios días de un excómico que, enfundado en una camiseta verde militar, se asoma desde una pantalla a nuestro Europarlamento.