Guerra en Ucrania
El precio de la guerra
La guerra continúa hasta que Rusia haya conseguido el objetivo buscado de garantizar la neutralidad estructural militar y política de Ucrania. La gran incógnita que subsiste es la de «cuándo y cómo» considerará Putin que ya ha conseguido ese objetivo. Pero no debe olvidar que el desgaste personal y político que está teniendo en el mundo no le permite alargar la guerra muchos días más, porque el precio que está pagando en vidas humanas es imposible de cuantificar y menos aún de valorar.
Además, en un mundo con una economía cada vez más globalizada el impacto de la guerra es incuestionable, afectando en especial a bienes de primera necesidad como los alimentos. Ucrania es considerada el granero de Europa, a la que suministra más del 40% de los cereales que consume. Un dato que ilustra esta dependencia lo aporta que la antigua URSS dependía de ese granero en un 25% de su consumo interior, pese a que Ucrania –el país de más superficie de Europa– apenas significaba el 3% de su extensión. En cuanto a las materias primas como el aluminio, níquel… energía, petróleo y gas, los precios se están disparando con una repercusión directa en la inflación, provocando un declive de la recuperación económica post pandemia.
El drama de los refugiados ucranianos, estimado por la Comisión Europea como el mayor desde el final de la segunda Guerra Mundial, coloca como receptores de los mismos a los países del grupo de Visegrado, especialmente a los denostados Polonia y Hungría, en un ejemplo de solidaridad que no se compadece con la descalificación de sus gobiernos como ultraderechistas, xenófobos, homófobos y demás epítetos al uso.
A pesar de la desinformación organizada, lo que se vive en las pantallas de televisión de los hogares es suficiente para vencer en la batalla por el relato que se juega en la retaguardia con la opinión pública de las sociedades occidentales. Esa guerra la tiene Putin netamente perdida, aunque otra cosa es la hipocresía de los gobiernos, que se glorían de las sanciones económicas impuestas con una mano al agresor ruso, mientras con la otra compran su gas pagándole su esfuerzo bélico.
En cuanto a España, el descrédito de nuestro Gobierno es de tal magnitud que duele y avergüenza. Somos excluidos de todas las reuniones que mantienen el núcleo básico de los Aliados europeos liderados por Biden por la falta de confianza en un Sánchez, que tiene por socios de Gobierno a comunistas confesos. No se puede vivir instalado en la contradicción de gobernar con ellos y estar en la OTAN. Acabará añorando a Trump.
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