Joe Biden
Las consecuencias de Afganistán
«La vergonzosa rendición de Estados Unidos en Afganistán es la causa indirecta de la invasión rusa de Ucrania»
En Afganistán, los Estados Unidos se desprendieron de la púrpura del Imperio. Pesaba demasiado sobre los hombros fatigados de una nación que no quiere asumir más responsabilidades. Así es que concluyó la pax americana. Y de forma vergonzosa. El melifluo presidente Biden dejó bien claro que Estados Unidos no sacrificaría a más soldados en guerras y aventuras ajenas al interés directo de Washington. Vladimir Putin tomó buena nota de la rendición americana. La guerra de Ucrania es el resultado directo de la fuga estadounidense de Afganistán.
Sin el temor a que Washington desembarcara 50.000 soldados en Ucrania, Putin sabía que el terreno quedaba despejado. Las sanciones económicas son banderillas sobre el lomo del toro ruso, pero la nación eslava tiene larga experiencia en sufrir miserias y opresiones. Lo único que hubiera disuadido a Moscú de invadir Ucrania habría sido una declaración de Washington anunciando el envío de sus Fuerzas Armadas a la nación ucraniana. Es decir, la estocada hasta la bola entre las agujas del cornúpeta marrajo. Lo demás son juegos artificiales. Biden ha confirmado en su discurso sobre el estado de la nación que no enviaría un solo soldado a Ucrania. Rusia, y no solo Rusia, ha respondido exhibiendo su fuerza. China parece dispuesta a ganar la III Guerra Mundial, que es la del 5G y la tecnología digital, desplazando a Estados Unidos del imperio mundial. Un régimen de autoritarismo comunista, pero con propiedad privada y libre mercado, garantiza, según Pekín, una eficacia de funcionamiento que está combatiendo ya la primacía de las democracias pluralistas occidentales.
Arnold J. Toynbee, en Un estudio de la Historia, explica los mecanismos profundos que descomponen los imperios. «El espíritu de sacrificio en defensa de una concepción religiosa, política o económica mantiene la civilización imperial». Si se fragiliza ese espíritu, el Imperio, termina por descomponerse y desaparecer.
El admirable pueblo ucraniano está dando coces contra el aguijón, mientras el mundo occidental contempla el sacrificio de los patriotas que defienden Ucrania. Pero es la fábula sabia de Samaniego: «Quien pretende con razón al más fuerte derribar, no consigue sino dar coces contra el aguijón».
Luis María Anson, de la Real Academia Española
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