Guerra en Ucrania
La Consagración de Rusia y la paz (III)
Ante la grave situación de Ucrania, el Papa Francisco ha anunciado su voluntad de consagrar la nación al Inmaculado Corazón de María junto a Rusia el próximo 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Señor. Es una decisión de una gran trascendencia –religiosa e histórica– por cuanto remite a Fátima y a la petición allí realizada por la Virgen el 13 de julio de 1917, de «consagrar Rusia a su Corazón Inmaculado por el Papa en comunión con todos los obispos del mundo». El 13 de junio de 1929, doce años después, detallaría esta petición a Lucía en Tuy (Vigo), donde vivía como religiosa Dorotea.
Esta solicitud tenía por objeto impedir la Segunda Guerra Mundial, a la que todavía le faltaban diez años para desencadenarse, así como evitar la expansión por el mundo de «los errores de Rusia»; es decir, del comunismo y sus guerras. Sabedora de que el Papa no efectuaría a tiempo la consagración solicitada, incluso pese a haber anunciado una señal como ultimátum para evitar la guerra –«la noche iluminada por una luz desconocida» del 25 de enero de 1938–, afirmó: «Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará, el Papa me consagrará Rusia, que se convertirá, y le será dado al mundo un tiempo de paz».
A lo largo de estos años varios Papas han hecho consagraciones: Pío XII en 1942, Pablo VI en 1967, y Juan Pablo II en 1982 y el 25 de marzo de 1984. Los términos en los que se efectuó esta última son los que más se aproximan a lo pedido por la Virgen, al faltarle tan sólo la mención expresa de Rusia en la solemne ceremonia de aquella jornada en la Plaza de S. Pedro. En justa reciprocidad a esa consagración, cayó sin violencia alguna el símbolo de la Guerra Fría, y de la misma forma desapareció la URSS en la fiesta de la Inmaculada Concepción de 1991.
Al vincular su triunfo a «la conversión de Rusia», parece claro que ésta debe ser el final del Cisma de Oriente de la Iglesia Ortodoxa con la Iglesia Católica, que data de 1054. Ello porque el «Corazón Inmaculado de María» es el Corazón de la Inmaculada Concepción y, por tanto, ese anunciado triunfo debe venir vinculado a Ella en esa singular advocación mariana.
El fin del cisma conllevará que la tan mariana Ortodoxia reconozca el Dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado justo ocho siglos después de ese cisma. Todos los cristianos rusos venerarán a la Virgen como Inmaculada, y le «será dado al mundo un tiempo de paz». Quiera Dios que el Papa la haga realidad el próximo 25 de marzo.
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