Opinión

Un acontecimiento histórico (IV)

La consagración de Rusia –junto a Ucrania– al Inmaculado Corazón de María anunciada por el Papa Francisco para el próximo viernes día 25 en Roma, es todo un acontecimiento que rebasa la dimensión estrictamente religiosa para convertirse en un hecho histórico, por ser de interés para toda la humanidad y muy en especial para Europa por los frutos prometidos por el Cielo en correspondencia a su cumplimiento.

Para ello debe realizarse atendiendo exactamente a la petición anunciada por la Virgen en la Cova da Iria de Fátima el 13 de julio de 1917, y solicitada formalmente en Tuy (Vigo) el 13 de junio de 1929. Esa consagración a Rusia debe hacerla el Papa «en comunión con todos los obispos del mundo», y la promesa para estos tiempos ya posteriores a la Segunda Guerra Mundial –que no pudo evitarse al no haberse efectuado en los diez años de plazo que mediaron entre 1929 y 1939– es «la conversión de Rusia y un tiempo de paz al mundo», literalidad de la gracia prometida por la Virgen.

Ya era un signo de esperanza que la iniciativa de sumarse a la consagración hubiera partido de distintas Conferencias Episcopales, como órgano colegiado de los obispos de los diferentes países. Pero es una maravillosa noticia que debe llenar de esperanza no sólo al orbe católico, sino a todo el mundo, el anuncio de que el Papa se va a dirigir directamente al episcopado mundial para pedir que se sumen a la consagración, como San Juan Pablo II ya hizo previamente a la realizada el 25 de marzo de 1984.

La tragedia que se vive en Ucrania ha despertado un sentimiento de dolor y compasión unánimes entre la población mundial hacia el pueblo ucraniano y sus refugiados, que la Iglesia con el Papa al frente, está canalizando también hacia esa consagración. Se hace desde la convicción de que una paz auténtica no es la mera ausencia de guerra, y que la promesa de paz y la conversión de Rusia es la mejor noticia que puede obtenerse para el mundo en estos tiempos de tribulación. Además de la Iglesia greco Católica de Ucrania –que pidió días atrás al Papa esta consagración, que se realizará ante una imagen peregrina traída expresamente desde Fátima– también se han unido la CELAM –Conferencia Episcopal latinoamericana– que representa a casi el 40% de los católicos del mundo.

No podía faltar la magnífica y esperada noticia de que asimismo la Conferencia Episcopal española se ha sumado a esta iniciativa por medio de su presidente el Cardenal Omella, Arzobispo de Barcelona. Magno acontecimiento el del próximo 25 de marzo.