Gobierno de España
La sumisión de Iglesias y Podemos a Sánchez
«Ucrania y el Sáhara han sido dos muestras de la humillante sumisión de los jóvenes airados que nos iban a dar lecciones»
A estas alturas no hay ninguna duda de que el telepredicador y líder en la sombra de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, y sus delegadas, Irene Montero e Ione Belarra, han aceptado la humillante sumisión ante Pedro Sánchez. No hay nada que pueda destruir el pacto de coalición y las huestes podemitas se limitan a quejarse, pero sin grandes aspavientos. En el caso de Yolanda Díaz, tienen que asumir que va por libre y se muestra como una socialdemócrata de la vieja escuela, aunque formalmente siga siendo comunista. La influencia del demagogo de las ondas es inexistente y el mal rollito entre las colegas de gabinete es un clásico. El resto de la aportación de Podemos oscila entre el incompetente y soberbio Alberto Garzón, que tiene fama de indolente, y el nuevo ministro de Universidades, Joan Subirats, que está causando una excelente impresión en el mundo universitario. Hace años que le conozco y es un catedrático serio y riguroso, con ideas claras y trabajador. No es un cantamañanas. Es lo mismo que sucede con Yolanda, que se puede discrepar de sus posiciones ideológicas, pero no es una aficionada como la mayor parte de los camaradas colocados por Iglesias.
Hay que reconocer que el ex vicepresidente se marchó a tiempo y al menos no tiene que tragar quina en el Consejo de Ministros o leer los medios de comunicación para enterarse de las decisiones de Sánchez. Ucrania y el Sáhara han sido dos muestras de la humillante sumisión de los jóvenes airados que nos iban a dar lecciones. Es verdad que les queda hacer declaraciones de cara a la galería, pero su papel es marginal, como se comprobó con la reforma laboral que, al final, es un éxito de Sánchez. La política española se ha instalado en un largo período preelectoral. Esto explica las diferentes reacciones y la ausencia de alternativas a las decisiones que adopta el presidente del Gobierno. La realidad es que forman parte del enorme ámbito competencial reservado a la parte socialista del gabinete. A Iglesias y sus marionetas les queda ejercer el derecho al pataleo, pero poco más.
La razón por la que Podemos no rompe la coalición es tan evidente que no entiendo que alguien crea posible que se pueda producir. No es un ejercicio de responsabilidad, sino de interés puro y duro. Los camaradas colocados por el telepredicador están muy contentos con sus sueldos y sus cargos. La realidad es que no quieren volver a ser mileuristas. Otra cuestión distinta es que tuvieran alternativas profesionales, pero sus trayectorias hablan por sí solas. No hay que darle más vueltas. La política ha actuado como una espléndida agencia de colocación y es más gratificante tener un sueldo, coche y despacho oficial que trabajar de cajeros en un supermercado, ser profesores asociados cobrando 700 euros al mes o inscribirse en las listas del paro. Unos pocos son diputados, pero parece difícil que los grupos parlamentarios y el partido pudieran asumir las nóminas de los que salieran del Gobierno.
El líder podemita tampoco puede colocarlos en su marginal «imperio» mediático. El comunismo actual no tiene nada que ver con lo que conocimos durante la Transición, porque tenían profesiones y no hubieran sentido la angustia de no cobrar una suculenta nómina. Lo sucedido con Ucrania es una muestra de las tragaderas de Podemos y la indiferencia con que les trata Sánchez. Por cierto, es un acierto, porque son de «mucho ruido y pocas nueces». Es un resultado, además, de su inconsistencia, porque son pocos y divididos. Me parece muy bien que sigan en el Gobierno, porque cuanto más dure la legislatura mayor será el fracaso electoral. Es un escenario que beneficia a Sánchez y el retorno a un matizado bipartidismo, porque la llegada de Feijóo también favorece las expectativas del PP. Todo indica que las próximas elecciones serán un debate entre un gobierno en declive liderado por el PSOE o un PP fuerte capaz de afrontar un escenario muy complicado con el apoyo, dentro o fuera del gabinete, de Vox que no podrá ser estigmatizado gracias al resultado que dará la alianza en Castilla y León. Nada mejor que la gestión para enterrar la estrategia de la izquierda política y mediática alrededor de la famosa foto de Colón.
La nueva humillación ha llegado de la mano de la aceptación del plan marroquí de autonomía limitada para el Sáhara. Hace mucho tiempo que el PSOE se siente incómodo con este tema, porque no hay nada mejor que gobernar para entender la realidad nacional e internacional. El interés por los saharauis es más bien escaso y se han convertido en un incordio. Es bueno recordar, además, que una parte importante de la población está del lado de Marruecos. Estamos ante un tema fundamental en clave de política interior marroquí y la propia Corona se podría jugar su supervivencia. El rey jamás aceptara una alternativa que no sea su plena incorporación al Gran Marruecos y tiene, además, argumentos históricos muy sólidos que justifican su política.
No hay otra alternativa que asumir que es una acertada decisión de Sánchez. Una cosa es lo que podría haber sucedido en 1975, pero la Marcha Verde sentenció el proceso descolonizador y envió un mensaje claro sobre la firme voluntad marroquí. España se alinea con Estados Unidos y otros países que quieren zanjar el tema y no provocar un conflicto aún más grave. Iglesias y sus seguidores solo tienen la alternativa de hacer declaraciones de cara a la galería y seguir sumisos en el gabinete, porque «poderoso caballero es don dinero».
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