Pablo Iglesias
Iglesias y la libertad de prensa
«No engaña a nadie y se ha convertido, siento decirlo, en un bufón de las ondas»
No me sorprende que Pablo Iglesias esté amargado tras su estrepitoso fracaso como político y haya emprendido una nueva y pintoresca actividad como telepredicador de la izquierda antisistema y el populismo. No le auguro un gran éxito y contemplo con un cierto interés el declive de una joven promesa que tiene el mérito de destruir todo lo que toca. Es difícil encontrar a alguien que haya tardado tan poco tiempo en defraudar a tanta gente, aunque todavía le quede un grupo de camaradas que le siguen con fervor sectario. El hilo conductor de su actividad es la incoherencia. Es cierto que todos podemos caer en ella, pero lo suyo es la antología del disparate. Como buen comunista es afecto al estilo de los libelos y panfletos digitales, radiofónicos y televisivos que emplea para comunicar su peculiar visión de las cosas, donde sienta cátedra con una soberbia que esconde sus carencias y usa el tono del mal profesor.
Nunca me he caracterizado por sentir simpatía por los políticos comunistas, salvo alguna excepción, como el desaparecido Antonio Gutiérrez Díaz por quien sentía afecto y respeto, y no la tengo por Putin. Otra cuestión es que sigo pensando que es un personaje inteligente y brillante, aunque sea deleznable y malvado. Es algo habitual en dictadores de todo signo. Es evidente que Iglesias tiene una mayor proximidad con el presidente ruso que la que yo pueda tener. Los dos han crecido en el comunismo y coinciden en su animadversión hacia la libertad de prensa. Estoy convencido de que consideran que la única prensa útil es la que está sometida a ellos y las que se usan para tareas industriales. Eso de la libertad casa mal con el comunismo y el populismo. Por supuesto, también con el nazismo, el fascismo o cualquier tipo de totalitarismo. Al final, son la misma basura ideológica y la expresión de los aspectos más repugnantes del ser humano. Iglesias no engaña a nadie y se ha convertido, siento decirlo, en un bufón de las ondas que ataca a todos aquellos que no pensamos como él. Me gusta mucho debatir y acepto muy bien las críticas. La realidad es que Iglesias es muy poco serio y se ha consagrado como una caricatura de sí mismo.
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