Opinión

Un domingo de transición

Hoy disfrutamos de un domingo con una hora menos tras el cambio horario de esta pasada madrugada en que las 2 pasaron a ser las 3, en virtud del habitual adelanto horario que por estas fechas se produce, teóricamente para ahorrar energía y aprovechar mejor las horas de luz solar.

Lo cierto es que hay una creciente y mayoritaria corriente de opinión en favor de eliminar estos cambios y volver al horario de verano durante todo el año, lo que en Estados Unidos ya ha sido aprobado por unanimidad en el Senado, a la espera de su aprobación definitiva por la House, la Cámara de Representantes. En la UE ese debate está abierto hace ya cuatro años, pero no hay acuerdo entre los 27 Estados, pese al apoyo claramente mayoritario de la población, según acreditan las encuestas. Son amplios y plurales los argumentos a favor y en contra de dicha decisión, que previsiblemente acabará abriéndose paso tras la próxima resolución norteamericana, aunque de momento está publicado en el BOE el horario vigente hasta 2026 para realizarse el cambio el último domingo de marzo (hoy) en el caso del verano, y el último de octubre para el invierno.

El primer cambio horario se introdujo en 1974 con ocasión de la crisis del petróleo consecuencia de la guerra del Yom Kippur en Oriente Próximo, promovida por los países árabes como revancha de la victoriosa guerra israelí de los Seis Días, que fue demoledora para Egipto, Siria y Jordania. Hoy, muchas voces consideran inapropiado mantener una medida adoptada el siglo pasado en un contexto económico y social muy distinto de aquél. Las jornadas laborales, los horarios escolares y sus efectos sobre los trabajadores, las familias y los niños se encuentran entre los argumentos para su eliminación.

A la espera de una eventual decisión al respecto, disfrutemos hoy de un domingo –el día del Señor– que se abre a la esperanza de que, como sucediera tras el acto de Consagración de hace 38 años protagonizado por S. Juan Pablo II, la paz en el mundo y la conversión de Rusia se hagan realidad. Más difícil humana y políticamente hablando se antojaba lo que sucedió entonces en el mundo, con la OTAN y el Pacto de Varsovia a un lado y otro del Telón de Acero, con armamento nuclear y convencional suficiente para provocar una DMA –destrucción mutua asegurada– sobre la que se basaba el equilibrio para que la guerra fuera solo «fría», como sinónimo de equivalencia armada entre los dos bloques, comunista y occidental. Mantengamos la esperanza.