Papa Francisco

La ofensiva espiritual

El ayuno y la penitencia son “las armas” que muchas veces han cambiado el rumbo de la historia humana

Reinaba un silencio inverosímil cuando el viernes, poco después de las seis y media de la tarde, el Papa Francisco iniciaba el acto de consagración al Corazón Inmaculado de María de la «humanidad entera, de manera especial de Rusia y Ucrania». Las tres mil quinientas personas que ocupaban en ese momento la Basílica Vaticana parecían contener hasta la respiración para que las palabras de Bergoglio resonaran como aldabonazos en los corazones de todos los presentes. Un clima que recordaba el que se creó hace ahora dos años cuando el Papa, en plena expansión de la pandemia ascendía solitario y bajo la lluvia las gradas de la plaza de San Pedro.

La oración del Papa «en esta hora de tribulación» reconocía que el mundo había decidido «alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas olvidándose de que somos custodios de nuestros prójimos y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra».

Recubierto con una capa pluvial morada y ante una imagen de Nuestra Señora de Fátima un quejumbroso Pontífice pedía a la Madre de Dios: «Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar. Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear».

A esa misma hora la artillería rusa recomenzaba su asedio de alguna ciudades ucranianas y no se interrumpía el éxodo bíblico de madres con sus hijos y de ancianos que huían hacia fronteras más seguras. Una jornada más se cerraba con apenas resquicios de esperanza. A algunos esta iniciativa del Papa les puede parecer irrisoria; no así a quienes creemos que la oración, el ayuno y la penitencia son las armas de esa «ofensiva espiritual» que muchas veces ha cambiado el rumbo de la historia humana. Ojalá que vuelva a repetirse el milagro.