Tomás Gómez

¿Serán capaces?

En el año 2007, España toco techo de empleo, fue el último de unos cuantos años de bonanza económica y desarrollo de los mercados mundiales, pero llegó la crisis financiera y arrasó con todo.

Aun convalecientes, la pandemia de la Covid-19 nos golpeó. Miles de fallecidos y es el balance humano y las pérdidas económicas la puntilla para cientos de empresas.

Cuando intentábamos salvar los muebles del naufragio, Putin empezó una guerra que, entre otras cosas, ha despertado el fantasma de los dos bloques que mantuvieron al mundo en vilo por el riesgo de una guerra nuclear.

El futuro es incierto y cualquier cosa puede suceder. Esa es la sensación principal después de todo lo ocurrido.

Se derribó el muro de Berlín y se incorporaron nuevos países a la Unión Europea, parecía una nueva era pero, hoy, somos más vulnerables, más dependientes de EEUU y estamos inmersos en las contradicciones internas en las que los nacionalismos se resisten a dejar paso a una Unión Política.

De momento, los líderes europeos han decidido ocuparse de lo urgente, que rara vez suele ser lo importante. Paliar la carestía de la energía y evitar el desabastecimiento de las materias primas clave, ocupan casi toda la atención.

España es parte de la UE y, por tanto, su destino está atado al del conjunto, pero se vislumbra una oportunidad histórica para el país. Sánchez ha vuelto de su ronda de contactos dispuesto a recibir la corona de laureles, pero afianzar la posición española requiere ponerse manos a la obra.

En el corto plazo, las amenazas son la inflación y el riesgo de una nueva recesión. La gestión de los fondos europeos y la estrategia energética en materia de gas y solar fotovoltaica son las mimbres con las que debe empezar a construirse el futuro y la apuesta por el hidrógeno como fuente de energía lo que debería desarrollarse .

La política puede ser el elemento impulsor o el lastre que acabe con todo, depende de la inteligencia de los gestores públicos. Lo que toca en España es una reedición de los Pactos de la Moncloa. Eso no es asegurar apoyos parlamentarios para unas cuantas votaciones sino consensuar como será el país dentro de cincuenta años.

Es necesario un acuerdo de Estado que contemple un plan energético, de inversiones, que enmarque las condiciones de la iniciativa público privada y la fiscalidad a aplicar. Eso exige la renuncia de todos a algunas posiciones maximalistas, ya veremos si son capaces.