Psicología

Que no venza el miedo

El mayor dolor que un padre y una madre pueden sufrir es que alguien atente consciente y voluntariamente contra su tesoro más preciado

Todos los casos de violencia estremecen. De hecho, el alivio de una madre ucraniana cuando supo que su hijo de cuatro años había encontrado la paz tras ser tiroteado por un soldado ruso, sobrecoge extremadamente. Al menos no tendrá que sufrir más.

Más cerca geográficamente, nos sobrecoge Erika, una adolescente de 14 años asesinada a cuchilladas por un vecino con antecedentes por agresión sexual, obsesionado con ella.

El mayor dolor que un padre y una madre pueden sufrir es que alguien atente consciente y voluntariamente contra su tesoro más preciado. Sabiendo que el dolor, tanto físico como emocional, que podemos llegar a soportar es altísimo, mucho más de lo que podamos imaginar, es una tremenda realidad que cualquier daño que pueda provocarse a un hijo se multiplica salvaje y cruelmente.

Por todas las noticias que protagoniza la violencia, cuyo único desenlace es el dolor que a veces queda perpetuado en un sufrimiento eterno, agradecemos la ayuda, el ejemplo y la solidaridad de toda la sociedad que empatiza con quienes sufren estas salvajes injusticias.

El peligro que sigue corriendo la mujer en tantos rincones del mundo demanda valentía en nosotras, condena social, que se endurezcan las leyes y mayor protección. Todo, para poder llegar a algo tan justo, lógico y necesario como es el respeto hacia los derechos humanos.

Creo que ayudaría mucho vencer la gran barrera de lo acaba convirtiéndose en cómplice aliado con el mal: el miedo.

Por ello, es tarea de todos identificar el origen del miedo, entender por qué se originó y por qué continúa. Solo enfrentando aquello que tememos, podremos superarlo.

También es preciso para que no venza el miedo, ponernos una armadura protectora y pedir apoyo a nuestras personas de confianza: las que nos animan y ayudan a conectar con nuestro «yo valiente», a darnos una oportunidad cuando no queda otra opción que aceptar y superar las cosas más terribles de la vida.