Opinión

Del caso Ghali al caso Pegasus

Estamos casi en el ecuador de la campaña autonómica andaluza, y este lunes próximo se celebra en la RTVA el segundo y último debate de los seis candidatos a la presidencia de la Junta antes de la cita en las urnas del 19-J. Mientras, la vida sigue y se acumulan las nefastas consecuencias para los españoles de tener en La Moncloa al actual secretario general del PSOE.

Lo más reciente –que, por desgracia, no será lo último– ha sido su lamentable gestión en el Magreb, que exige particular profesionalidad para salvaguardar los importantes intereses de España en la zona. Que Sánchez haya dado un giro de 180° en nuestra posición en una «cuestión de Estado» mediante una carta suya dirigida al Reino de Marruecos –cuya redacción parece dictada o fotocopiada– y sin contar con el Congreso, la oposición y hasta con su propio Gobierno, confirma que Sánchez considera que, como Luis XIV «l’etat c’est moi» (el Estado soy yo).

Sabido es que la relación con Marruecos y Argelia es compleja dada la rivalidad entre ambas por el Sáhara y el actual alineamiento respectivo con EEUU y Rusia; y ello exige especial tacto y sensibilidad por parte del Gobierno. Como los propios ministros no paran de afirmar que la política exterior «es una competencia del presidente» –cosa que no es cierta–, toda la responsabilidad recae en él y en quienes ahí le sostienen. Añade más gravedad a lo sucedido que haya fundadas reservas acerca de la relación de esa carta con el contenido y destino de la información robada de su móvil.

Pasar de enemistarse con Marruecos por el caso Ghali a hacerlo con Argelia por el caso Pegasus, solo es imaginable en un guion de política ficción con Gila o el inspector Clouseau de protagonistas. Lo dramático es que no se trata de fantasía, sino pura realidad con Sánchez de actor principal. El valor de su palabra ya es conocido por las cancillerías del mundo, y lamentablemente ese coste lo está pagando la reputación de España.

Una buena relación con Marruecos es estratégica para nosotros y por ello no debe estar al albur de cambios políticos, sino ser lo que se denomina una «posición de Estado». Hasta eso ha malogrado el presidente del Gobierno, el estadista y secretario general del PSOE que ya ha adelantado que piensa presentarse a la reelección. Su candidato a la presidencia de la Junta y vicario en el socialismo andaluz, tendrá examen el día 19. También Sánchez, políticamente encarnado en él.