Opinión

La Casa de Borbón en España y el SCJ (II)

Al margen de los acontecimientos militares y políticos de la guerra de Sucesión –que no de Secesión, como algunos gustan de inventar cada 11 de septiembre–, terminada en 1714 con el Tratado de Utrecht, lo significativo a nuestros efectos, es que la dinastía Borbón pasó a reinar en España. En 1727, tras recuperar la corona abdicada en su hijo Luis fallecido a los nueve meses, el Rey Felipe V escribió una carta al Papa Benedicto XIII, en la que le rogaba que «deseando por mi parte concurrir a que se extienda y propague la devoción al SCJ (...), ruego conceda V. Santidad para todos mis reinos y dominios, Misa y Oficio propio suyo».

La respuesta vendría directamente del Cielo el 14 de mayo de 1733 al joven Bernardo de Hoyos, estudiante de Teología en el colegio de los jesuitas San Ambrosio de Valladolid. El Señor Jesús le dice a Bernardo lo que ha pasado a la Historia como la «Gran Promesa»: «Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes». El joven Bernardo falleció dos años después apenas ordenado sacerdote, a los 24 años de edad. Pese a su juventud, fue un entusiasta difusor en España de la devoción al SCJ, y Benedicto XVI le beatificó en 2010.

Dos datos son relevantes a los efectos de analizar el cumplimiento de la Promesa: uno es que en la actualidad son quince los países que están consagrados en el mundo a esa devoción por parte del poder político correspondiente, y de ellos trece –«las Españas»– corresponden a la España de 1733 que recibió la Promesa. Abrió la lista en 1873 el presidente de Ecuador Gabriel García Moreno, que sería asesinado por este hecho, además del obispo de Quito consagrante. España se consagró en tercer lugar en 1919 por medio de Alfonso XIII, y es la única monarquía del mundo consagrada. Más adelante veremos las consecuencias de dicho acto para España y la Corona.

Otro dato significativo lo dio el Papa san Juan XXIII en el mensaje enviado con motivo de la celebración en 1961 del primer Congreso internacional dedicado a dicho culto en el Templo Expiatorio Nacional del SCJ en el monte Tibidabo de Barcelona. En plena preparación del Concilio que un año después sería inaugurado, afirmó que «el Templo Expiatorio en Barcelona, como el Cerro de los Ángeles en Madrid y el Santuario de la Gran Promesa en Valladolid, son jalones gloriosos que se alzan en el suelo del querido pueblo español expresando sus sentimientos de amor y reparación para con el Corazón de Jesús».