Opinión

Corpus Cristi : Los Corporales de Daroca

Hoy, la Iglesia conmemora una de las fechas más solemnes de todo el calendario litúrgico, el Corpus Christi. El Cuerpo de Jesucristo, presente en la Sagrada Eucaristía, y aunque oculto a nuestros sentidos , es dogma de nuestra Fe, que en Ella «se encuentra el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo». Antes del Concilio preparándonos para la Primera Comunión, cantábamos que « tres Jueves hay en el año que relumbran más que el sol : Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión». Hoy , en la mayoría de países y localidades, la fiesta del Corpus se ha trasladado al domingo inmediato, o sea hoy. No obstante, en determinados lugares mantienen como una auténtica tradición viva, su celebración el Jueves anterior como en toda la región de Castilla la Mancha y con singular esplendor en su capital Toledo. También en Sevilla y Granada es fiesta religiosa y laborable, celebrándose con gran fervor popular. La fecha es variable por celebrarse en relación al Domingo de Resurrección, y en concreto sesenta días después. Fue en el siglo XIII cuando una sucesión de grandes milagros eucarísticos movieron al Papa Urbano IV en 1264 a promover la fiesta, encargando a Santo Tomas de Aquino compusiera el himno en su Honor , el conocido «Adoro te devote...» ( Te adoro con devoción, Dios escondido...) que se reza en todo el orbe católico como acto de Adoración al Santísimo Sacramento del Altar. La tradición afirma que fue el milagro eucarístico de la localidad italiana de Bolsena en 1263 el que precipitó la decisión papal, como decimos tras una serie de grandes milagros entre los que destaca y muy especialmente, el de los Sagrados Corporales de Daroca de 23 de febrero de 1239. Dicha localidad fue el destino elegido por una mula en la que según la tradición histórica se cargaron los corporales ensangrentados con las seis Formas consagradas por el capellán castrense durante la misa que celebraba en plenas operaciones militares durante la reconquista, y destinadas para los capitanes de Calatayud, Teruel y Daroca. El asalto de las tropas enemigas interrumpió la ceremonia y para evitar su profanación, el capellán las envolvió en los corporales y las escondió entre las rocas y la maleza. Al recuperarlas tras la batalla, estaban ensangrentadas –con sangre humana– como hoy se veneran en la Capilla a ellos dedicada. Enarbolados como estandarte, se obtuvo una gran victoria a continuación. Tras doce días de caminata , la mula a cuya decisión sometieron los capitanes la decisión final de su disputado destino, dobló las rodillas y cayó muerta ante la Iglesia de Daroca.