Opinión

La Conferencia de Wannsee: la «Solución Final» (I)

Wannsee es una zona residencial a las afueras de Berlín que ha pasado a la historia de la Segunda Guerra Mundial porque allí se desarrolló el 20 de enero de 1942 la Conferencia para ejecutar «la Solución Final», eufemismo con el que los nazis denominaban al exterminio de los judíos en Europa, estimados en 11 millones en aquella fecha. Convocada por Reinhard Heydrich siguiendo instrucciones del alto mando alemán, fueron 15 los asistentes entre jerarcas nazis y altos funcionarios del Gobierno, inmortalizados posteriormente en multitud de películas y series, en un recinto que es hoy un museo que conserva la misma sala y toda la documentación de dicha histórica reunión.

En las Leyes de Nuremberg se establecían quiénes podían ser considerados judíos y llevados al este separados por sexos y edades, considerados aptos para trabajar en la construcción y en la industria de guerra, concentrados en campos y posteriormente eliminados.

Sabemos que el desarrollo de la guerra impidió culminar el Holocausto tal y como se organizó en Wannsee, pero en paralelo se dieron una serie de llamativas coincidencias que muestran que la acción de la Providencia evitó que se culminara la «Solución Final». Wannsee había sido convocada inicialmente para el 9 de diciembre de 1941, pero el ataque japonés a Pearl Harbour dos días antes precipitó la comparecencia en el Congreso del Presidente Roosevelt al día siguiente, 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, declarando la entrada de los EEUU en la guerra, lo que provocó que la Conferencia fuera aplazada al 20 de enero. Curiosamente esa fecha iba a coincidir con otra histórica jornada sucedida en Roma exactamente 100 años antes, el 20 de enero de 1842: la aparición de la Inmaculada, conocida como la Milagrosa, al joven judío Alfonso de Ratisbona, emparentado con los Rothschild y beligerante anticristiano, provocando su conversión instantánea al catolicismo a los 27 años.

Las circunstancias del suceso impactaron tan hondamente en la Roma del momento que diez días más tarde era recibido por el Papa Gregorio XVI, todavía soberano de la capital de los Estados Pontificios, que apenas cinco meses después declaraba como milagrosa su instantánea conversión por medio de la Inmaculada. Fue la primera y única así catalogada desde los tiempos apostólicos.

Ratisbona se ordenó sacerdote y se marchó a trabajar a la Palestina del momento, ayudando a los judíos como entendió que quería la Virgen. En próximos artículos veremos el paralelismo entre los sucesos históricos de la Guerra Mundial y los de esta conversión en la distancia de 100 años.