Opinión
Wannsee y Fátima: La «Solución Final» (y III)
En 1942 la Wermacht triunfaba en todos lo frentes, hacia occidente, hacia el norte, el sur o el este. Hitler aparecía como el invicto nuevo amo de Europa, desde «el Atlántico hasta los Urales», en expresión de De Gaulle. Con él, Alemania se estaba tomando el desquite de la Gran Guerra europea de 1914 y las duras reparaciones que se le impusieron en los Tratados de Versalles de 1919. Sus dos más imponentes máquinas de guerra las constituían el VI Cuerpo de Ejército que, al mando del general Von Paulus, iba en una gigantesca maniobra hacia Stalingrado y los pozos petrolíferos del Cáucaso; y el Afrika Korps al mando del Mariscal Rommel, que cerraba la tenaza por el norte de África con los pozos del golfo Pérsico como objetivo.
Hasta octubre de 1942 ambos ejércitos habían ido victoriosos . Pío XII, antes de la solemne consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María (ICM) en la Basílica de San Pedro, el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, había hecho otra previa radiofónica en portugués el 31 de octubre de ese mismo año. Tres días más tarde, el Afrika Korps sufría en El Alamein la primera derrota desde su fundación, que marcaría un punto de inflexión en el flanco sur de la guerra, que pasó a ser definitivo al ser derrotado y disuelto unos meses después, precisamente el 13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima. Por su parte, la otra gran máquina de guerra al mando de Von Paulus capitulaba en Stalingrado el 2 de febrero.
El Alamein y Stalingrado fueron el comienzo del fin de Hitler y sentenciaron la Guerra Mundial en Europa. Como decimos, ambas derrotas se producían poco después de realizarse la Consagración del mundo al ICM, que es el «Corazón» de la Inmaculada Concepción. A estos efectos, es oportuno recordar las palabras de san Juan Pablo II tras sufrir el atentado terrorista de manos de Ali Agca, precisamente el 13 de mayo de 1981: «Tenía que producirse el atentado en esa fecha para que miráramos al mensaje de Fátima… porque en los designios de la Providencia no hay meras coincidencias».
Por ello, Juan Pablo II hizo en 1984 una especial consagración que provocó la desaparición del Muro de Berlín y de la URSS sin disparar siquiera una bala los aliados de la OTAN. La URSS lo hizo «casualmente» el 8 de diciembre de 1991. Pero sabemos que no hay meras coincidencias: Dios es el Señor de la Historia y, respetando nuestra libertad, la guía con Su Providencia junto a los hombres. Ahora parece quiere que sea por medio de la Inmaculada Concepción.
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