Opinión

A 25 años del 10 de julio de 1997

Mientras vivimos consternados por el asesinato del ex primer ministro japonés Shinzo Abe, estos días hacemos memoria del joven Miguel Ángel Blanco Garrido a los 25 años de su secuestro ocurrido tal día como hoy, 10 de julio, del año 1997.

En la memoria colectiva, histórica y democrática –¡esta sí!– de los españoles están grabadas las circunstancias que siguieron a ese secuestro, con la exigencia de los terroristas de acercar a sus presos al País Vasco y la amenaza de asesinar a Miguel Ángel si en un plazo de 48 horas –que vencía a las 16:00 del sábado día 12– no era atendido su ultimátum.

Todos seguimos aquellas dramáticas horas con la emoción y la tensión al límite. Fue un aldabonazo en la conciencia de millones de españoles que salieron a las calles a gritar que «bastaba ya» de ETA y de su terror generalizado, con millones de manos blancas alzadas mientras gritaban «ETA, apunta, aquí tenéis mi nuca». Aquellos días supusieron un punto de inflexión en la lucha contra la banda terrorista, y nació el «espíritu de Ermua», localidad natal de Miguel Ángel, que además ejercía de concejal del PP allí.

Pero tenían que transcurrir todavía más de 14 años para que ETA anunciara «el cese definitivo de su actividad armada» en un comunicado hecho público el 20 de octubre de 2011, exactamente dos meses antes de que se celebraran las elecciones generales de aquel año. Ese comunicado no fue fruto de un arrepentimiento y voluntad de dar fin a más de 40 años de siembra de dolor y sangre por toda la geografía española, sino que se debió a la evidencia de que el Estado democrático y de Derecho les había derrotado, doblegados con la Guardia Civil y la Policía Nacional en vanguardia de la lucha pagando un elevado tributo de sangre y el apoyo de la sociedad con sus representantes políticos mayoritarios unidos en un pacto antiterrorista.

Sus tres máximos dirigentes del momento esperaban acogidos en Noruega una negociación que nunca se produjo, y ETA anunció su extinción definitiva el 3 de mayo de 2018, tras desmantelar toda su organización y estructura con sus aparatos logístico, político y militar, y la detención de más de 150 efectivos.

Fueron 43 años de mucho dolor, sangre y lágrimas, pero finalmente triunfaron la libertad y la justicia. Lo sucedido hace hoy 25 años fue decisivo para culminar ese anhelo que se hubiera conseguido bastante antes, si «los que recogían las nueces» no les hubiesen concedido el Pacto de Lizarra. Hoy Sánchez pretende que sean ellos quienes escriban esta Historia.