Opinión

La «reorientación podemita» de Sánchez

Tras el descalabro de las elecciones en Andalucía hace un mes y que culmina una sucesión de resultados muy negativos en Castilla y León y, especialmente, en Madrid, Sánchez, según dicen sus aliadas podemitas, ha accedido a sus deseos de «reorientar» a su gobierno en una dirección «progresista», y ha dicho su vicepresidenta Yolanda Díaz, además, con alma. El alma solicitada no la aportó precisamente Sánchez en su larga intervención inicial, sino la portavoz popular Cuca Gamarra, al comenzar su intervención dedicando un minuto de los suyos reglamentarios, en homenajear en silencio a Miguel Ángel Blanco recordando que exactamente en ese momento se cumplían 25 años minuto a minuto, de otro 12 de julio, en el que al vencer el ultimátum criminal de ETA fue vilmente asesinado estando de rodillas y maniatado, con dos disparos en la nuca.

Ni Sánchez ni la presidenta del Congreso –a la que le molestó profundamente que ella con su gesto la dejara en palmaria evidencia– tuvieron la sensibilidad que la ocasión requería, cometiendo un error que en política, como dijera Talleyrand, «en ocasiones es peor que un crimen». La «reorientación progresista» se la dio Sánchez con el anuncio de impuestos extraordinarios y temporales a las empresas eléctricas, gasistas y petroleras y a las entidades bancarias para compensar el beneficio extra obtenido en la crisis. Si hubiera anunciado además su nacionalización, la reorientación progresista le hubiera provocado un éxtasis a sus socios de la bancada comunista. Aunque los 3500 millones de recaudación anunciados por esa vía ya son triplicados por los ingresos adicionales obtenidos del IVA por la inflación. Sánchez comenzó su intervención afirmando que habían cambiado muchas cosas en España desde el último debate de la nación en 2015, salvo -añadió- «el CGPJ que no cambia porque el PP se opone».

Para Sánchez, «pactar» significa someterse a su voluntad, y sobre todo para que se le permita controlar al único poder que todavía se le resiste. Después, Abascal mantuvo que no iba a tener un debate «estéril» con él,–y no lo fue en absoluto– y habló del fanatismo climático, de la ley trans, de la inmigración irregular… mientras aludía al ostentoso pin sobre la Agenda 2030 que Sánchez luce orgulloso en su solapa. Por cierto, es curioso que esa Agenda merezca tal ostentación, que se supone será porque el futuro del mundo durante esta década está ahí programado, y dependa en su gobierno del secretario general del PCE recién reelegido y que se manifestó contra la OTAN durante la Cumbre. Curioso que nuestro futuro tan importante y atlantista esté en manos del PCE. Es el sanchismo en estado puro. . .