Sociedad

Fobias, miedos y pinchazos

Recordemos a Roosevelt que repetía que lo único a lo que debemos temer es al miedo mismo

Fobos, hijo de Ares y de Afrodita, se aparecía a los soldados antes de la batalla para recordarles, a cada uno de ellos, el reto de enfrentarse a sus terrores particulares. Más allá de los riesgos, ciertos y reales, del combate al que se dirigían, las inquietudes por el coqueteo con la violencia y con la muerte que, sin duda, les asustaba, la mitología griega ya supo captar y retratar esos demonios internos, personales e intransferibles, que nos acechan a los humanos. Desde dentro. Así es como se describen las fobias. Mientras los miedos son compartidos por la mayoría y el temor a la muerte, a la enfermedad o a la soledad, por ejemplo, recorren tiempos, geografías y culturas, por materializar situaciones tangibles de peligro, las fobias optan por vías más creativas: se activan con la mera imaginación o percepción de riesgo y abarcan una amplia gama de curiosidades, desde las más frecuentes, a los espacios cerrados o las arañas, hasta las más inverosímiles, ante un objeto de color amarillo, el número 13, los payasos o los árboles.

Y, en esa dicotomía, que Freud también delimitó entre miedo real y miedo neurótico, se mueven los espantos y los pavores: de lo concreto a lo difuso. Aún hoy intentamos determinar en cuál de esas dos clasificaciones se acomoda mejor el pánico que este verano recorre discotecas y fiestas de España disfrazado de potencial pinchazo y que deja tras de sí un reguero de confusión. Si hay quien apunta al comodín del alargado patriarcado que atemoriza mujeres para apartarlas del espacio público, otros aprecian una absurda y mimética burla (ya conocida antes en Francia y Reino Unido); entre ambas teorías, la realidad, por el momento, solo nos muestra otro suceso apto para ser convenientemente transformado en búmeran ideológico. Dejemos a sanitarios y fuerzas de seguridad concretar la dimensión de lo que ocurre y recordemos, por ejemplo, a Roosevelt que repetía que lo único a lo que debemos temer es al miedo mismo. Pues eso.