Afganistán

El olvido de Afganistán

«No se había querido asumir el coste económico y militar de derrotar a los integristas»

El drama de Afganistán interesa muy poco. Es un expediente que Estados Unidos, la UE y la OTAN han cerrado y, sobre todo, han preferido olvidar tras abandonar ignominiosamente a su pueblo en manos de los talibanes. Hubo muchos afganos que fueron ingenuos y creyeron que las democracias no les abandonarían. No se cumplió el compromiso político y moral. No hay que sorprenderse, porque ha sucedido en numerosas ocasiones. Fue una huida cobarde que confirmó la decadencia de Estados Unidos, aunque, como sucedió en otros imperios, se prolongará durante un largo tiempo. El egipcio, romano, bizantino, persa, carolingio, omeya, abasida, otomano, español, francés o británico, por poner algunos ejemplos, no desaparecieron de un día para otro, sino que sufrieron un dulce y lento retroceso hasta su resituación definitiva en el contexto nacional e internacional. Las sociedades ricas son enormemente caprichosas, aunque muy previsibles. La crisis de Afganistán sirvió para ocupar amplios espacios en los medios de comunicación y movilizó esa solidaridad que tanto gusta a los más afortunados. Me recuerda la beneficencia de los soberanos, la aristocracia y la burguesía en el Antiguo Régimen. Es algo que se prolongó en el siglo XIX hasta la llegada del sistema de solidaridad institucional del Estado del Bienestar, aunque no ha desaparecido la concepción privada que sigue siendo enormemente eficaz.

Hasta la triste caída de Kabul, algo previsible para cualquier historiador o experto en relaciones internacionales mínimamente avezado en la compleja realidad de la zona, se produjo una movilización para acoger a algunos afganos que pudieron escapar de la venganza y crueldad de los talibanes. A los pocos días de finalizar el conflicto se podía comprobar que el tema había dejado de interesar. Les abandonamos a su suerte. No se había querido asumir el coste económico y militar de derrotar a los integristas. Ahora sufren un régimen teocrático, que desprecia a las mujeres y persigue al colectivo LGTBI+. Es una dictadura brutal, pero no importa porque es un país muy lejano que se encuentra en el centro de Asia y que interesaba sobre todo por su exotismo cultural. Ni siquiera tiene petróleo o gas. Estos días los medios de comunicación dedican un espacio al martirizado Afganistán, en ese ritual que representan los aniversarios, y nos lamentamos con lágrimas de cocodrilo por la tragedia. Los países ricos somos así.