Ernest Lluch

Obligado recuerdo del profesor Lluch

Gracias al profesor Lluch, hemos aprendido a comprender mejor el papel del pensamiento económico español en relación con nuestra política económica

Ernest Lluch se convirtió en un gran economista, orientado, siempre, por su maestro, el profesor Estapé. Cuando fui –tras ganar la cátedra de Economía Aplicada– a la Universidad de Barcelona, me impresionaron el talante y la reacción ante todo lo que representaba el ámbito universitario, de aquel, aún por entonces, estudiante. En primerísimo lugar, fue una persona con extraordinaria vocación política. Había pasado a ser dirigente estudiantil en la Universidad de Barcelona, moviéndose en el entonces muy politizado Círculo de Economía, y sus simpatías al socialismo eran conocidas de todos. En segundo lugar, convertido, ya con rapidez, en profesor universitario, había pasado a ser, de manera simultánea, y orientado por Estapé desde la Tesis Doctoral –sobre los economistas de Chez Guillaumin–, un excelente investigador. A Ernest Lluch no se le entiende sin adscribirle a la Escuela de Barcelona de Fabián Estapé y en su Tesis, expuso, con perfección, el progreso de las ideas que incubaron nuestro proteccionismo. Al proseguir el trabajo sobre el pensamiento económico, lo orientó en relación con los economistas españoles más importantes del pasado. Cuando fue asesinado –por esa mujer de ETA a la que se acaba de conceder la semilibertad–, había efectuado una madura investigación sobre el «Memorial» de Luis Ortíz.

Me confió Lluch, más de una vez, ya como ministro, que el descanso que precisa el político, a causa de las tremendas tensiones que experimenta, él lo superaba en los archivos, en las librerías de viejo, en los debates académicos, o en el descubrimiento de alguna pieza rara. Y, por ello, compaginaba su Cartera de Sanidad y Consumo, con aportaciones de novedades científicas –para asombro de muchos colegas–, algunas de las cuales, exigían jornadas agotadoras de investigación de primera mano.

Además, siempre me señaló que le apetecía, como economista, desempeñar el papel que para esta profesión había escogido Keynes en su célebre ensayo sobre su maestro Alfredo Marshall, cuando escribió que «los economistas deben dejar a Adam Smith la gloria del “in cuarto”, aprovechar el tiempo y esparcir folletos a los cuatro vientos, y por supuesto escribiendo siempre “sub especie temporis” y alcanzar la inmortalidad, si lo lograban por accidente». Todos sabemos que Keynes fue, sistemáticamente, fiel a esto, con artículos en diarios y semanarios, incluso con charlas en la BBC, como ocurrió en el preludio del famoso ensayo «How to pay for the war?» y desde luego, Ernest Lluch lo secundó. El último artículo periodístico del profesor Lluch se publicó en La Vanguardia el 23 de noviembre del 2000 –dos días después de su asesinato–, bajo el título de «La productividad, ¡demonios!», como si enviase un mensaje centelleante, desde su omega, a su alfa.

Dentro de su trayectoria política, es necesario señalar que su hito de la universalización de la asistencia sanitaria quedará, para siempre, en la historia social de España. Estapé escribió, en la semblanza que publicó de Lluch, que «la Ley de Sanidad que éste impulsó, gracias a la cual cinco millones de españoles pudieron entrar en el régimen de la Seguridad Social, constituye una mejora que le permitirá morir, sabiendo que ha hecho algo de provecho». Como clave de su talante político postrero y, por tanto, de su muerte, hay que citar el ensayo titulado «Las Españas vencidas del siglo XVIII. Claroscuros de la Ilustración», (Crítica, 1999).

Finalmente, gracias al profesor Lluch, hemos aprendido a comprender mejor el papel del pensamiento económico español en relación con nuestra política económica. No hay forma de rebatir expresiones suyas, como que «en el período autárquico, como en lo relativo a su preparación ideológica, como en lo que se refiere a su realización, tuvieron más importancia los ingenieros de diversas clases y los abogados, que los economistas. En cambio, en la apertura que significó la Revolución de 1868, la participación de los economistas liberales fue decisiva. Algo parecido podríamos decir del Plan de Estabilización y Liberalización de 1959… La sociedad española ha recibido de sus economistas, o de las personas interesadas en los problemas económicos, notables aportaciones. En espera de una mayor profundización, podemos afirmar que estas contribuciones se han centrado en cuestiones relevantes».

Mucho admiraba Lluch el «Augustinus» de Cornelio Jansen, y es que, el jansenismo obliga a una disciplina estrecha, a una contención frente a cualquier apasionamiento; mas, para entender a Lluch, se ha de captar su superación del jansenismo, porque siempre manifestó su admiración con Pascal, quien señalara: «El corazón tiene sus razones que la razón no conoce». Por todo eso, ante su muerte violenta y los causantes de ella, es urgente eliminar cualquier ofuscación que genere benevolencia ante ese crimen, porque la Ofuscación era la hija mayor de Zeus que, decía Homero, «a todos confunde la maldita… y sobre las cabezas de los hombres camina, dañando a las gentes».

Juan Velarde Fuertes es economista y catedrático.