Política

Réquiem por los pueblos

Pedro Sánchez piensa en su futuro personal. Los pueblos ignorados y las despobladas provincias del interior tienen ahora la palabra

Se acercan las elecciones locales y autonómicas y los políticos se disponen a salir de nuevo a buscar el voto del señor Cayo. Y el señor Cayo volverá a depositar su voto en la urna sumisamente, con infinita resignación. Desde los anteriores comicios el pueblo ha seguido perdiendo vecinos, los que quedan envejecen y las grandes promesas de los candidatos se han convertido en papel mojado. Los pueblos se mueren y el mismo señor Cayo está ya con un pie en el estribo, más para allá que para acá. Es igual.

Ahora volverá a estar de moda la España vaciada. Hasta el presidente del Gobierno se va a echar a la carretera como en los viejos tiempos, cuando la gente aún le respetaba. En estos comicios de primavera se la juega, según la impresión general. Así que más que en los pueblos, vistos desde arriba a ojo de helicóptero, con la alameda, los tejados rojos, el riachuelo y la torre de la iglesia, Pedro Sánchez piensa en su futuro personal. Los pueblos ignorados y las despobladas provincias del interior tienen ahora la palabra. Puede que él no lo sepa, pero el voto del señor Cayo va a resultar decisivo para el futuro de España.

Revolviendo en mi carpeta de asuntos rurales, he encontrado un escrito de Valentín Cabrero Diéguez, catedrático de Geografía de la Universidad de Salamanca, ahora jubilado y que es considerado una autoridad en la materia, titulado «Réquiem por la agricultura familiar». Harían bien en leerlo los candidatos a las próximas elecciones. En realidad, es un «réquiem» por los pueblos. El artículo está escrito hace una decena de años, pero sigue más vigente que nunca. Dice por ejemplo: «Mientras los sistemas productivos locales tradicionales agonizan y los aprovechamientos ganaderos extensivos se desvanecen, se impone el descontrol en el manejo de los asuntos públicos, acarreando incendios pavorosos (…) Así, pues, la destrucción de los recursos colectivos es una realidad dolorosa, que necesita más que nunca de la presencia del ser humano y su adaptación al entorno».

Nada, ni los más sofisticados mecanismos técnicos, puede mantener el equilibrio ambiental y alimentario como un grupo humano integrado y solidario con el territorio. El desastre del mundo del señor Cayo será devastador si la preocupación por el ser humano, la preservación de la herencia cultural y la protección del medio ambiente son sacrificados a las multinacionales y sociedades corporativas que están al acecho ante la oportunidad de negocio; por ejemplo, con la invasión descontrolada de parques eólicos y huertos solares, al olor del dinero europeo, en los pueblos semivacíos e indefensos.