Sociedad

Una vida

Siempre apuesto por abrazar el dolor: reconocerlo y saber qué lección hay detrás. Pero la muerte es, francamente, lo más difícil de abrazar

Quienes vimos la muerte de cerca sabemos que es sencilla. Incluso placentera. Lo difícil es seguir aquí. Lo duro es continuar y afrontar lo que viene después: dolores, curas, rehabilitación, crear un nuevo mecanismo, porque el «tú mismo y tu mecanismo» ya no sirve, se ha roto. Es peor aún cuando se va quien más quieres. Ese es el verdadero dolor: lo que la muerte se lleva.

Pero la muerte es parte de la vida. El gran reto, lo más difícil de llevar a cabo es aceptar la muerte de quien te inspira o en quien te apoyas.

Tuve la fortuna de compartir tribuna en un congreso de educación en Sevilla con la primera docente con discapacidad intelectual Rocío León. Hace unos días, perdió la vida junto a su pareja Javier en un accidente de tráfico. Aún no lo digiero. Cuesta aún más asumir un asesinato. Una muerte impuesta. Despiadada y a destiempo. Como la terrorífica realidad que vivieron dos hermanos, una niña de 7 años y otro de dos, al ver que estrangulaban a su madre, Raquel. 32 años. Ocurrió en mi querida Palencia, justo ayer se encontraba ahí mi madre, admirando una cita cultural ineludible: la XXV edición de Las Edades del Hombre, con personalidades como nuestro queridísimo José Antonio Ortega Lara.

Siempre apuesto por abrazar el dolor: reconocerlo y saber qué lección hay detrás. Pero la muerte es, francamente, lo más difícil de abrazar. Por eso vivimos orientados a la vida, a celebrar lo que ella nos ofrece.

Imposible olvidar a quienes se van. A las 31 mujeres fallecidas en España en casos de violencia machista. 1.161 ya desde que se empezaron a contabilizar los casos en 2003. Dicen que estamos avanzando, que se está perdiendo el miedo a denunciar ante cualquier acoso o agresión. Pero sigue siendo imprescindible denunciar, que se sientan respaldadas y fomentar el respeto y el amor hacia una vida.