Opinión
7 de octubre, Lepanto
El 7 de octubre de 1571 es una fecha señalada de forma indeleble en la Historia de Europa y de todo Occidente. En esa jornada se libró en el golfo de Lepanto, en la proximidad de la costa de Grecia del mar Jónico, una batalla naval entre el imperio otomano y una genuina representación de la extinguida Cristiandad convocada por el Papa san Pío V y conocida como la «Liga Santa». El objetivo de ese combate, tras la caída de Chipre, era el control del Mediterráneo central y occidental, del que dependía la posterior invasión del territorio europeo. Durante las cuatro horas que duró la batalla, las perdidas en hombres y material fueron cuantiosas en ambos bandos, sobre todo en el otomano.
Felipe II respondió a la bula de cruzada del Papa aportando la mitad del esfuerzo militar, sumándose al de los Estados Pontificios y Venecia, principalmente. Don Juan de Austria, hijo natural de Carlos V y hermanastro de Felipe II, estuvo al mando de la flota combinada convirtiéndose tras la victoria en un auténtico héroe para la antigua Cristiandad. A destacar que Francia, con Francisco I, apostó por el sultán, lo que le mereció que incluso los protestantes le consideraran «enemigo de los cristianos como los otomanos».
Singular participación en la batalla fue la del autor del inmortal «Don Quijote de La Mancha», Miguel de Cervantes que, herido, perdió la movilidad de su mano izquierda, pasando a la historia como «el manco de Lepanto». En el prólogo de sus «Novelas Ejemplares» recogió su orgullo por este hecho como «la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos pasados ni esperan ver los venideros».
El joven Rey Sebastián de Portugal, de la Casa de Avís, quiso emular al héroe hispano, siendo derrotado y desaparecido en la batalla de Alcazarquivir, cercana a Ceuta, dando lugar a la leyenda del «pastelero de Madrigal» de las Altas Torres. Muerto sin descendencia, la corona lusa se uniría a la española en 1580 en la persona de Felipe II como pariente suyo con mayor derecho.
Los otomanos volverían un siglo después, en 1683, esta vez por tierra, para conquistar la capital de los Habsburgo, siendo el segundo sitio de Viena levantado por el Rey de Polonia Juan Sobieski. Este fue el momento culminante de su definitiva derrota en la Edad Moderna, hasta su desaparición tras la Primera Guerra Mundial, dando nacimiento a la actual Turquía bajo Kemal Attaturk. Sin la victoria de Lepanto, España, Italia y Europa no existirían como las conocemos. La antigua Cristiandad hubiera sido musulmana. Y sin diálogo de civilizaciones.
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